John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
diseño en gran parte fabiano; y la misteriosa seguridad y prestigio disfrutado en este momento por los que<br />
hablan de «globalismo» y «multiculturalismo» son resultado directo de la atención prestada previamente a<br />
las profecías fabianas de que un Estado <strong>del</strong> Bienestar, seguido por un intenso énfasis en el<br />
internacionalismo, sería el mecanismo que elevaría a la sociedad corporativa por encima de la sociedad<br />
política, y un necesario precursor de la utopía. La teoría fabiana es el Das Kapital <strong>del</strong> capitalismo financiero.<br />
El fabianismo siempre flotó por encima de la política simplista, buscando reemplazar ambos lados. El<br />
Partido Laborista Británico y su Estado <strong>del</strong> Bienestar posterior a la Segunda Guerra Mundial son fabianismo<br />
hecho visible. Esto se comprende fácilmente, lo que no se comprende tan fácilmente son las señales de un<br />
temperamento aristocrático, como esta pequeña antimeritocrátrica gema fabiana encontrada en un informe<br />
<strong>del</strong> Colegio Británico de Cirujanos:<br />
La medicina perdería incalculablemente si la proporción de esos estudiantes [de hogares de clase alta y<br />
media alta] tuviera que ser reducida en favor de niños precoces que cumplen los requisitos para las<br />
subvenciones [o sea, alumnos con beca].<br />
Incluso si la meritocracia es su tapadera fiable, la estratificación social ha sido siempre la auténtica carta<br />
ganadora fabiana. Los derechos sociales son otra introducción fabiana en el tejido social, aunque la idea es<br />
anterior a ellos, por supuesto.<br />
Para darnos cuenta de la tremenda tarea que los fabianos se impusieron a sí mismos (una parte significativa<br />
de la cual fue encomendada a la escolarización para su ejecución), necesitamos reflexionar otra vez sobre los<br />
sensacionales libros de Darwin El origen de las especies (1859) y El origen <strong>del</strong> hombre (1871), cada uno de<br />
los cuales discutía a su propio modo que, lejos de ser pizarras en blanco, los niños venían sobreescritos<br />
in<strong>del</strong>eblemente por su raza y origen, algunos «favorecidos» en lenguaje de Darwin, otros no. Una poderosa<br />
iniciativa de relaciones públicas en los años recientes ha intentado separar a Darwin <strong>del</strong> «darwinismo<br />
social», pero eso no se puede hacer porque el mismo Darwin es el ejemplo prototípico de darwinista social.<br />
Ambos libros en conjunto dieron autorización a las clases superiores progresistas para justificar la<br />
escolarización obligatoria. Desde una perspectiva evolutiva, las escuelas eran la fase de adoctrinamiento de<br />
un gigantesco experimento de cría. Las fantasías de la clase trabajadora de «automejora» fueron descartadas<br />
desde el principio como sentimentalismo para el que la teoría evolutiva no tenía lugar.<br />
Lo que Darwin consiguió con sus libros fue una liberación de la discusión de la estrecha camisa de fuerza<br />
que había llevado cuando la sociedad era considerada un problema de asociaciones y relaciones internas.<br />
Darwin hizo posible considerar los asuntos políticos como un primordial instrumento de evolución social.<br />
Esto fue un momento crucial en el pensamiento occidental, un cambio de guardia en que el propósito secular<br />
sustituyó al propósito religioso, mucho antes despreciado por la Ilustración.<br />
Para los pobres, las clases trabajadoras y las clases medias en el sentido norteamericano, este cambio de<br />
perspectiva, alabado por las mentes más influyentes <strong>del</strong> siglo XIX, fue una catástrofe de proporciones<br />
titánicas, sobre todo para los alumnos de escuelas <strong>del</strong> gobierno. Los niños ya no podían ser simplemente los<br />
mimados de los padres. Muchos eran (biológicamente) una amenaza racial. El resto tenía que ser<br />
considerado como soldados en combate genético, el equivalente moral de la guerra. Para todas, menos para<br />
un relativo puñado de familias favorecidas, la ambición estaba fuera de lugar como proposición científica.<br />
Para los gobiernos, los niños ya no podían ser considerados individuos, sino vistos como categorías,<br />
escalones en una escala biológica. La ciencia evolutiva declaró a la mayoría bocas inútiles a la espera de que<br />
la naturaleza se deshiciera de ellos. La naturaleza (expresada a través de sus agentes humanos) tenía que ser<br />
entendida no como cruel u opresiva, sino bella y funcionalmente intencionada, una perspectiva neopagana<br />
que tenía que ser reflejada en la organización y administración de las escuelas.<br />
Tres distintas y encontradas tendencias competían en la teoría de la sociedad <strong>del</strong> siglo XIX: primero estaba<br />
la tendencia empírica proveniente de <strong>John</strong> Locke y David Hume, que condujo a esa perspectiva sobre el<br />
estudio de la sociedad que llamamos pragmatismo y finalmente a la psicología conductista; la segunda línea<br />
provenía de Immanuel Kant, Hegel, Savigny y otros, que condujo a la teoría orgánica <strong>del</strong> Estado moderno,