John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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presencia de los sindicatos en la escolarización, por lo que incumbe al poder real, las organizaciones<br />
profesionales no son la gente de influencia que dicen ser. En su mayor parte los sindicatos son una buena<br />
copia de los periodistas y no mucho más.<br />
8 Carta al Director<br />
22 de marzo de 1995<br />
Cartas al Director<br />
The Education News<br />
Cuando comencé a enseñar en 1961, la población de alumnos <strong>del</strong> Tercer Distrito Escolar en el próspero lado<br />
oeste superior de Manhattan estaba por encima de 20.000, y se oía por doquier la queja de los empleados de<br />
los cuatro distritos administrativos (!) de que las escuelas estaban abarrotadas.<br />
Pero yo acababa de llegar de la Pensilvania occidental y vi algo diferente, una pequeña pero significativa<br />
parte de la inscripción de la escuela se componía de niños fantasma de diferentes categorías: niños en el<br />
registro de la escuela que nunca habían aparecido, pero que eran contados como si lo hubieran hecho; chicos<br />
que estaban ausentes, pero que por motivos de ingresos se contaban como presentes; chicos asignados a<br />
diferentes programas fuera de la escuela de diferentes tipos, alguno a largo plazo, pero que continuaban<br />
hinchando como fantasmas la supuesta lista de la escuela. Luego estaban los ausentes, alrededor <strong>del</strong> 10 por<br />
ciento cada día, que eran en efecto señalados como ausentes, y el curioso hecho de que tras el almuerzo la<br />
asistencia bajaba abruptamente haciendo que esa fracción se disparara, aunque parecía existir un acuerdo de<br />
caballeros para no documentar el hecho.<br />
Así, cuando la prensa anunciaba tamaños horrendos de grupos de 35 y 50 alumnos, en mi escuela, por lo<br />
menos, el número real estaba alrededor de 28, aún demasiado, por supuesto, pero manejable. Aunque todo el<br />
mundo coincidía en que ya no había más espacio disponible en absoluto, untando la mano <strong>del</strong> encargado<br />
pude obtener una llave maestra y un precioso documento conocido como «horario de aulas vacías». ¿Creería<br />
usted que nunca había un momento en que múltiples aulas en ese edificio no estuvieran vacías? Adiestrando<br />
a mis chicos en sencillas tácticas de guerrilla fui capaz de dispersar por el edificio aproximadamente a la<br />
mitad de mi clase en diferentes pequeños compartimentos, donde trabajaban feliz y productivamente solos o<br />
en equipos.<br />
A principios de los 80 esta táctica se hizo imposible porque todos los espacios vacíos se llenaron, incluso<br />
cuando el número de alumnos que controlaba el Tercer Distrito cayó bruscamente de 20.000 a 10.000, y<br />
con procedimientos incluso menos estrictos para contarlos que cuando fui contratado originalmente. Este<br />
último acontecimiento hizo que los niños fantasma se multiplicaran como conejos. Un simple acto de<br />
división larga explicará en resumen lo que sucedió: al dividir el número de alumnos alistados en mi edificio<br />
por el número de profesores en el registro de clases, pude descubrir que el tamaño medio de los grupos<br />
debería haber sido de 17 chicos.<br />
Y sin embargo los tamaños reales de los grupos era de unos 28. El misterio <strong>del</strong> ahora no disponible espacio<br />
vacío se desvanece en los números rápidamente crecientes de «coordinadores», «supervisores especiales»,<br />
«agentes de programas comunitarios» y varios otros títulos de tapadera tras los cuales se acumulaba gente<br />
inútil. Cada una de estas personas necesitaba una «oficina», ya fuera el antiguo botiquín, el vestuario de<br />
detrás <strong>del</strong> escenario o un armario de almacén convenientemente grande. Había pasado con el ejército y con<br />
IBM, ¿por qué las escuelas tendrían que estar exentas?<br />
<strong>John</strong> <strong>Taylor</strong> <strong>Gatto</strong><br />
Nueva York, Nueva York<br />
9 Una educación de calidad