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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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diferencia de los libros escolares, no pueden ser estandarizados. Son excéntricos: ningún libro encaja en todo<br />

el mundo.<br />

Si piensa sobre ello, la gente escolarizada, como los libros escolares, es muy parecida. Algunos encuentran<br />

eso deseable por razones económicas. La disciplina que organiza nuestra economía y nuestra política deriva<br />

de ejercicios matemáticos e interpretativos, la exactitud de los cuales depende de que los clientes sean muy<br />

parecidos y muy predecibles. La gente que lee demasiados libros se vuelve estrafalaria. No podemos tener<br />

demasiada excentricidad o ella nos llevaría a la ruina. El estudio de mercado depende de que las personas se<br />

comporten como si fueran iguales. No importa en realidad si lo son o no.<br />

Un modo de ver la diferencia entre los libros de texto y los libros reales como Moby Dick es examinar los<br />

diferentes procedimientos que diferencian a los bibliotecarios, los encargados de los libros reales, de los<br />

maestros, los encargados de los libros de texto. Para empezar, las bibliotecas son normalmente confortables,<br />

limpias y silenciosas. Son lugares ordenados donde se puede leer realmente en vez de simplemente fingir<br />

estar leyendo.<br />

Por alguna razón las bibliotecas nunca están segregadas por edades y tampoco osan segregar a los lectores<br />

mediante cuestionables tests de habilidad más de lo que segregan las granjas, los bosques o los océanos. El<br />

bibliotecario no me dice qué leer, no me dice qué secuencia de lectura debo seguir, no evalúa mi lectura. El<br />

bibliotecario confía en que yo tenga propósito propio que valga la pena. Aprecio eso y a cambio confío en la<br />

biblioteca.<br />

Otras diferencias significativas entre bibliotecas y escuelas: el bibliotecario me deja plantear mis propias<br />

preguntas y me ayuda cuando quiero ayuda, no cuando decide que la necesito. Si tengo ganas de leer todo el<br />

día, eso está bien para el bibliotecario, que no me obliga a parar a intervalos tocando un timbre en mi oreja.<br />

El bibliotecario tiene su nariz fuera de mi casa. No envía cartas a mi familia, ni da órdenes sobre cómo debo<br />

usar mi tiempo de lectura en casa.<br />

En la biblioteca no hay favoritismos: es un lugar democrático como es propio en democracia. Si los libros<br />

que quiero están disponibles, los consigo, incluso si esa decisión priva a alguien más dotado y con más<br />

talento que yo. El bibliotecario nunca me humilla poniendo listas ordenadas de buenos lectores. Asume que<br />

la buena lectura es su propia recompensa y no necesita ser puesta como perfecto ejemplo para los malos<br />

lectores. Una de las más curiosas diferencias entre una biblioteca y una escuela es que casi nunca se ve un<br />

niño comportándose mal en una biblioteca.<br />

El bibliotecario nunca hace predicciones sobre mi futuro basado en mis hábitos pasados de lectura. Tolera la<br />

lectura excéntrica porque se da cuenta de que los hombres y mujeres libres son a menudo muy excéntricos.<br />

Finalmente, la biblioteca tiene libros de verdad, no libros de texto. Sé que el Moby Dick que encuentro en la<br />

biblioteca no tendrá preguntas al final de cada capítulo ni estará expurgado científicamente. Los libros de la<br />

biblioteca no están escritos por plumas colectivas. Al menos todavía no.<br />

Los libros reales se ajustan al currículum privado de cada autor, no al currículum invisible de una burocracia<br />

corporativa. Los libros reales nos transportan a un reino interior de soledad y de reflexión mental no<br />

controlada de una forma que los libros de texto y los programas de ordenador no pueden hacer. Si estos no<br />

estuvieran desprovistos de esa capacidad, harían peligrar las rutinas escolares dispuestas para controlar el<br />

comportamiento. Los libros reales se ajustan al currículum privado de los autores particulares, no a las<br />

demandas de la burocracia.<br />

2 Espionaje intelectual<br />

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial millones de hombres aparecieron en las oficinas de registro para<br />

pasar unos tests académicos de bajo nivel antes de ser reclutados. Los años de máxima movilización<br />

fueron de 1942 a 1944. La fuerza combatiente había sido escolarizada principalmente en los años 30, tanto<br />

los admitidos como los rechazados. De los 18 millones de hombres examinados, se consideró que<br />

17.280.000 de ellos tenían la competencia mínima de lectura necesaria para ser soldado, un 96 por ciento de

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