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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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Canadá y dondequiera que ondeara la bandera británica, había sido capaz de tomar las duras decisiones<br />

necesarias para mantener un orden subordinado y proteger los privilegios devengados para los que dirigen a<br />

las clases subordinadas.<br />

Peter Cookson y Caroline Persell arrojan mucha luz sobre el temperamento anglicano en su libro Preparing<br />

For Power: America's Elite Boarding Schools, particularmente sobre el período de cambio de siglo, que vio<br />

la creación de casi todos los 289 internados de importancia:<br />

La diferencia entre una escuela pública y una escuela privada de élite es, en un sentido, la diferencia entre<br />

una factoría y un club. Las escuelas públicas se evalúan según lo bueno que es el producto que producen, y<br />

la medida <strong>del</strong> control de calidad es inevitablemente una puntuación de logros de algún tipo [...] [pero]<br />

comparar escuelas públicas y privadas en términos de producción es en verdad no entender el asunto.<br />

Cookson y Persell, al buscar razones para explicar la necesidad de instituciones totales para formar a la<br />

juventud, concluyeron: «El suplicio compartido de los ritos de paso preparatorios crean lazos de lealtad que<br />

las diferencias de origen no pueden deshacer».<br />

La identidad colectiva forjada en las escuelas preparatorias se convierte en la base de la solidaridad y<br />

conciencia de la clase alta, pero sólo compartir no mantiene o eleva el interés de una clase. Como grupo, los<br />

miembros tienen que estar dispuestos a ejercer su poder:<br />

La preservación <strong>del</strong> privilegio requiere el ejercicio <strong>del</strong> poder, y los que lo ejercen no pueden ser demasiado<br />

sensibles a los daños que cualquier conflicto subsiguiente imponga a los perdedores [...] Los fundadores de<br />

las escuelas reconocieron que a menos que sus hijos y nietos estuvieran dispuestos a asumir la lucha por el<br />

mantenimiento de sus intereses de clase, el privilegio escaparía de las manos de la élite y finalmente el poder<br />

pasaría a una élite competidora o bien a una clase inferior en ascenso.<br />

Los alumnos de escuelas privadas son alistados como soldados para su clase, como remeros vikingos, pero<br />

leales unos a otros, «preparados para asumir el mando sin falta de confianza en sí mismos». Cookson y<br />

Persell dicen en la actualidad: «los internados no se fundaron para producir Hamlets, sino duques de<br />

Wellington. Lo verdaderamente importante en los colegios privados de clase alta es la destrucción de la<br />

inocencia [...] no su mantenimiento».<br />

Espero que esto aclare un poco esos esotéricos requisitos de pertenencia de las Hijas de los barones de<br />

Runnemede. Sea cual sea su punto de vista personal sobre esos asuntos, necesita tomar en serio la creación<br />

de unas cien nuevas asociaciones hereditarias, asociaciones con todas las marcas de nacimiento de las<br />

sociedades <strong>secreta</strong>s, que se gestaron y conformaron en las décadas que iban desde los años 70 <strong>del</strong> siglo XIX<br />

hasta la primera década <strong>del</strong> siglo XX (o apenas fuera de estos estrechos límites), cada una diseñada para, de<br />

una forma perfectamente ordenada, limpia y libre de cualquier prejuicio emocional, poder excluir a todos los<br />

recursos reproductivos indeseados mediante la aplicación de investigación de antecedentes hereditarios y a<br />

la vez concentrar la excelencia biológica y social. En el mismo marco temporal, cinco de las Siete Hermanas<br />

--la versión femenina de la Ivy League -- abrieron sus puertas por primera vez, concentrando a las futuras<br />

madres de una nueva raza para inocularlas con sus principios de clase.<br />

6 La casta organizadora<br />

En el segundo libro más importante de Darwin, El origen <strong>del</strong> hombre, el destino que aguardaba a esas<br />

sociedades liberales que permiten el mestizaje de la reserva racial se dejaba claro. Caerían víctimas <strong>del</strong><br />

funcionamiento despiadado y ciego de la evolución y caerían en la reversión. La lección <strong>del</strong> libro no cayó en<br />

saco roto en Boston, Nueva York, Fila<strong>del</strong>fia, Chicago o San Francisco. En un breve instante nació y fue<br />

aceptado el fundamento para un <strong>sistema</strong> de castas. Ningún <strong>sistema</strong> de mérito ya no pudo después romper<br />

seriamente la barrera hereditaria, como tampoco pudo hacer ceder la barrera «científica» de la curva de<br />

campana. Se había establecido una base biológica para la moralidad.

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