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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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Norteamérica la ausencia de conflicto es una señal de regresión hacia un promedio local, apenas es progreso<br />

a nuestros ojos si ha visto bastante <strong>del</strong> gobierno <strong>del</strong> resto de mundo, donde la gente corriente es aplastada<br />

como insectos molestos si discute.<br />

Carl Schurz, el inmigrante alemán, dijo tras ver Norteamérica por primera vez en 1848: «Aquí se puede ver<br />

lo poco que un pueblo necesita ser gobernado». Lo que hará falta para salir de esta trampa es un cambio en<br />

la naturaleza de la escolarización obligatoria, que cambie el equilibrio de poder entre sociedades y <strong>sistema</strong>s<br />

a favor otra vez de las sociedades. Necesitamos una vez más debatir con enojo el propósito de la educación<br />

pública. El poder de las élites para establecer la agenda de la escolarización pública tiene que ser<br />

cuestionado, una agenda que incluye el etiquetado totalitario de la población ordinaria, injustificadas<br />

prerrogativas oficiales y casi total control <strong>del</strong> trabajo. Mientras no suceda ese cambio, necesitamos no<br />

prestar demasiada lealtad a ninguna forma de dirección política y económica abstracta y remotamente<br />

alejada. Necesitamos confiar en nosotros mismos y en nuestros hijos para rehacer el futuro localmente,<br />

exigir que el desarrollo intelectual y <strong>del</strong> carácter sea otra vez la misión de las escuelas. Necesitamos romper<br />

el monopolio <strong>del</strong> gobierno sobre la educación de nuestra juventud, obligándolo a competir por fondos cuya<br />

asignación debería quedar en gran parte a cargo de los padres o asociaciones locales. Donde la discusión,<br />

acción en los tribunales, resistencia y subversión educada no puedan hacer descarrilar esta opinión, tenemos<br />

que encontrar entonces el valor para ser saboteadores, como hizo el maquis en la Francia ocupada durante la<br />

Segunda Guerra Mundial.<br />

No es difícil, dijo alguien alguna vez, imaginar al joven Bill Clinton sentado a los pies de su antiguo<br />

profesor favorito, el doctor Carroll Quigley de Georgetown. A medida que Quigley se acercaba a la muerte,<br />

volvió a Georgetown por última vez en 1976 para pronunciar la serie de conferencias Oscar Iden. El Quigley<br />

de las conferencias Iden dijo muchas cosas que anticipan el argumento de mi propio libro. Sus palabras a<br />

menudo se dirigen a la apurada situación moderna, al sentimiento de fatalidad inminente que muchos<br />

notamos:<br />

La causa fundamental y omnipresente de la inestabilidad <strong>del</strong> mundo es la destrucción de las comunidades<br />

por la comercialización de todas las relaciones humanas y las neurosis y psicosis resultantes [...] otra causa<br />

de la inestabilidad de hoy es que tenemos ahora una sociedad [...] que está totalmente dominada por dos<br />

elementos de soberanía que no están incluidos en la estructura <strong>del</strong> Estado: el control <strong>del</strong> crédito y de la<br />

banca, y la corporación. Estos están libres de los controles políticos y responsabilidad social, [...] El único<br />

elemento de producción por el que están preocupados es el único que pueden controlar: el capital.<br />

Quigley alude a una asombrosa solución final para nuestros problemas con la escuela y con mucho más en<br />

nuestras vidas ahora obsesionadas con el Estado, una llamada a la conciencia crítica:<br />

[...] de la Era Oscura que siguió al hundimiento <strong>del</strong> imperio carolingio vino lo más magnífico [...] el<br />

reconocimiento de que la gente puede tener una sociedad sin tener un Estado. En otras palabras, esta<br />

experiencia barrió la suposición que se encuentra durante toda la antigüedad clásica, excepto entre<br />

pensadores no ortodoxos y heréticos, de que el Estado y la sociedad son idénticos, y por tanto no se puede<br />

desear más que ser un ciudadano. (cursiva añadida)<br />

Una sociedad sin Estado. Si el único valor que tuviera la lectura difícil fuera el ser capaz de sintonizar con<br />

mentes como la de Quigley, mentes libres de grilletes, hachas afiladas con las que cortar cadenas, sólo eso<br />

sería razón suficiente para colocar ese tipo de lectura en el centro de un nuevo tipo de escolarización que<br />

pudiera parecerse a la educación que ofrecía Norteamérica hace 150 años: un movimiento para ennoblecer a<br />

la gente corriente, liberándola de garras de amos, expertos y esos terroríficos verdaderos creyentes cuyos<br />

ojos brillan en la oscuridad. Quigley pensaba que esa transformación era inevitable:<br />

Ahora voy con mi última declaración [...] No soy personalmente pesimista. El resultado final será que el<br />

pueblo norteamericano finalmente [...] decidirá no participar en el <strong>sistema</strong>. Hoy todo es una estructura<br />

burocrática, y las personas con el cerebro lavado y sin personalidad son instruidas para encajar en esta<br />

estructura burocrática y dicen que es una vida estupenda; aunque pienso que muchos en sus lechos de<br />

muerte deben sentirse de otra forma. El proceso de escabullirse tomará un largo tiempo, pero fíjense: ya

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