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diccionario latino-español.

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HUBO un tiempo en que nuestros mas distinguidos escritores se escusaban de comparecer en público<br />

usando de su armonioso y rico idioma., aun en obras que no se destinaban para las escuelas. El<br />

maestro HV. Luis de León, ni aumentar su tratado De los nombres de Cristo con el tercer libro, tuvo<br />

que satisfacer á los reparos de los que le reconvenían por no haberlo compuesto en latin, confesando<br />

que era nuevo y camino no usado el que había seguido; y otro tanto se vio obligado á hacer el<br />

P. Malón de Chaide para probar la conveniencia de dar en castellano La' conversión de la Marida*<br />

lena, que tenía que andar en manos de doctos é indoctos. Tal era el ascendiente que había tomado la<br />

lengua latina, pareciendo como una madre zelosa que disputaba á su hija la castellana que ganase<br />

en medros y hermosura, pues quería prohibirle que sirviese para tratar materias, cuya lectura era<br />

casi peculiar de las personas que solo sabían nuestro romance.<br />

Hoi ha pasado ya,esta manía, pero se halla reemplazada por su contraría : con el príncipe que<br />

nos dieron los franceses en la última centuria, y con las dos visitas que han tenido la bondad de<br />

hacernos en la presente, si no han logrado arrebatarnos nuestras leyes, nuestros fueros y nuestra independencia,<br />

han difundido mas el conocimiento de su lengua y han generalizado de consiguiente el<br />

de su literatura. Lejos de mí el afirmar que no hemos sacado de ella ventaja ninguna; mas diré sin<br />

temor, que hemos perdido algo de nuestro carácter original, que, malo ó bueno, sería siempre preferible<br />

al copiado y postizo; que nos hemos hecho mucho mas frivolos; que hemos abandonado el<br />

estudio de ¡as lenguas sabias ; y que entregados por entero á los libros con que nos inunda Ja Francia,<br />

hemos renunciado completamente á los italianos, y mas todavía á los ingleses y alemanes, en los<br />

(¡ue hai mucho muchísimo que estudiar y que aprender. Nada digo de nuestra habla, que anda la<br />

pobre tan mal parada y contrahecha, que apenas la reconocen los que la han aprendido en buenos<br />

libros, y cuantos la conservan como la oyeron de sus padres.<br />

Para oponer algún dique á esta irrupción gálica, que amenaza privarnos de una de las mas preciosas<br />

alhajas que poseemos, debiéramos resucitar la afición á la lengua latina, cuando á ello no<br />

convidase el ser mirada como vehículo general de comunicación por los sahios de todas las naciones;<br />

el estar escritas en latin obras, cuyo conocimiento es indispensable á quien se dedique á la teología,<br />

á la jurisprudencia civil y canónica, y aun á la medicina y filosofía ; y el poseer modelos clásicos de<br />

elocuencia y poesía, de que pueden aprovecharse con fruto los mismos que gustan de seguir en sus<br />

composiciones una senda ancha, desembarazada y original. Trabájese pues por facilitar los medios<br />

de aprenderla, que son las buenas gramáticas y los <strong>diccionario</strong>s metódicos y completos, á fin que<br />

pasudo brevemente el vestíbulo que todavía se mira como el primero para todas las facultades,<br />

nos queden mas años en nuestra corta vida para penetrar en algunas de las infinitas estancias, en<br />

que está distribuido el grandioso palacio del saber humano.<br />

Apenas habían renacido el buen gusto y las letras humanas en Europa, cuando uno de sus primeros<br />

restauradores en España, Antonio de Lebrija, publicó en 1492 un Vocabulario <strong>latino</strong>-<strong>español</strong>, y en<br />

1495 otro <strong>español</strong>-<strong>latino</strong>, los cuales, como su Gramática, han logrado el singular privilegio de servir<br />

de fundamento it todos los que entre nosotros han escrito gramáticas y <strong>diccionario</strong>s <strong>latino</strong>s que hayan<br />

obtenido algún séquito. Olvidados absolutamente el Vocabulario de Fernández de Santa-Ella, eí de Jiménez<br />

A'rias y el Diccionario de-vocablos de Sánchez de la Ballesta; á Lebrija han tenido a la vista<br />

Salas en su Compendium <strong>latino</strong> - hispanum, Jiménez en su Diclionarium manuak, Requejo en el<br />

ThesauriiSj y mas que todos Rubíños, el cual anuncia desde la portada que su Diccionario es el misme<br />

de Lebrija con varias enmiendas y adiciones, habiendo conservado igual titulo su uuevo espnrgador,<br />

Cruz Herrera, en la última edición de 1790. Necesario era con todo adoptar un nuevo rumbo, pues<br />

sobre la inexactitud en las citas y sus interpretaciones, el poco discernimiento en calificar las voces<br />

y frases de pura ó de mala latinidad, la repetición de ejemplos de un mismo significado, la carencia<br />

absoluta de los de diverso, y la escasez en general de voces y de sus distintas acepciones; los <strong>diccionario</strong>s<br />

de Salas y de Rubíños. que eran los mas usados, tienen eí defecto capital de no guardar el<br />

orden alfabético, mas que para las raices, en seguida de las cuales se ponen los derivados; métüdu

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