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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

naba, despedía un olor tan nauseabundo Y sus gritos de dolor eran tan espantosos<br />

<strong>que</strong> sus compañeros lo abandonaron en la isla de Lemnos y allí lo dejaron<br />

solo para <strong>que</strong> se muriera.<br />

Filoctetes evitó morirse de hambre utilizando el arco de Heracles para cobrar<br />

pe<strong>que</strong>ñas piezas de caza. Pero la herida se le en<strong>con</strong>ó Y el hedor era tan desagradable<br />

<strong>que</strong> cualquier marinero <strong>que</strong> se acercara a la isla tenía <strong>que</strong> desviarse<br />

rápidamente. Sin embargo, un grupo de hombres decidió enfrentarse <strong>con</strong> el hedor<br />

de la herida de Filoctetes para robarle el arco y la flecha mágicos.<br />

Los hombres lo echaron a suertes y la tarea le tocó al más joven 7. Los mayores<br />

lo animaron a darse prisa y a viajar al amparo de la noche. Así pues, el más<br />

joven se hizo a la mar. Pero, sobre el trasfondo del olor del mar, el viento le llevó<br />

otro olor tan horrible <strong>que</strong> el joven tuvo <strong>que</strong> cubrirse el rostro <strong>con</strong> un lienzo empapado<br />

<strong>con</strong> agua de mar para poder respirar. Nada, sin embargo, podía proteger<br />

sus oídos de <strong>los</strong> desgarradores gritos de Filoctetes.<br />

La luna estaba cubierta por una nube. Muy bien, pensó él mientras amarraba<br />

su embarcación y se acercaba sigi<strong>los</strong>amente al atormentado Filoctetes. En<br />

el momento en <strong>que</strong> alargaba la mano hacia <strong>los</strong> ansiados arco y flecha, la luna derramó<br />

súbitamente su luz sobre el macilento rostro del anciano moribundo. Y algo<br />

en el joven —éste no supo qué— lo indujo repentinamente a echarse a llorar y<br />

entonces se sintió invadido por una profunda compasión.<br />

En lugar de robar el arco y la flecha, el joven limpió la herida de Filoctetes,<br />

se la vendó y permaneció a su lado, dándole de comer, lavándolo, encendiendo<br />

hogueras y cuidando de él hasta <strong>que</strong> pudiera llevárselo a Troya, donde lo podría<br />

curar el semidivino médico Asclepio. Y así termina la historia.<br />

La lágrima de compasión se derrama en respuesta a la <strong>con</strong>templación de la<br />

maloliente herida. La maloliente herida tiene distintas <strong>con</strong>figuraciones y orígenes<br />

en cada persona. Para algunos significa pasarse la vida escalando sin descanso y<br />

<strong>con</strong> gran esfuerzo la montaña, para descubrir demasiado tarde <strong>que</strong> han estado<br />

escalando la montaña <strong>que</strong> no debían. Para otros son las cuestiones no resueltas y<br />

no curadas de <strong>los</strong> ma<strong>los</strong> tratos sufridos en la infancia.<br />

Para otros es una dolorosa pérdida en la vida o en el amor. Un joven sufrió<br />

la pérdida de su primer amor, no tuvo apoyo de nadie y no supo cómo curarse.<br />

Durante años anduvo destrozado por la vida, por más <strong>que</strong> él insistiera en afirmar<br />

<strong>que</strong> no estaba herido. Otro era un jugador novato de un equipo profesional de<br />

fútbol americano. Un día se produjo accidentalmente una lesión permanente en<br />

la pierna y su sueño de toda la vida se esfumó de la noche a la mañana. La maloliente<br />

herida no fue sólo la tragedia o la lesión sino el hecho de <strong>que</strong>, durante veinte<br />

años, sólo aplicara a la herida la medicina de la amargura, el abuso de estupefacientes<br />

y las juergas. Cuando <strong>los</strong> hombres sufren heridas de este tipo, se les<br />

huele desde lejos. Ninguna mujer, ningún amor, ningún cuidado es capaz de sanar<br />

semejante herida, sólo la compasión <strong>que</strong> uno siente de sí mismo y <strong>los</strong> cuidados<br />

<strong>que</strong> prodiga a su herida.<br />

Cuando el hombre derrama la lágrima, significa <strong>que</strong> ha llegado a su dolor y<br />

se percata de ello cuando lo toca. Se da cuenta de <strong>que</strong> ha vivido una existencia a<br />

la defensiva por culpa de la herida. Se da cuenta de las cosas <strong>que</strong> se ha perdido<br />

en la vida por este motivo y de lo paralizado <strong>que</strong> está su amor por la vida, por su<br />

propia persona y por <strong>los</strong> demás.<br />

En <strong>los</strong> cuentos de hadas las lágrimas cambian a las personas, les recuerdan<br />

qué es lo más importante y salvan sus almas. Sólo la dureza del corazón impide<br />

el llanto y la unión. Hay un dicho <strong>que</strong> yo traduje del sufí hace tiempo y <strong>que</strong><br />

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