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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

de pertenencia a su propio pueblo y la priva del natural y airoso ritmo <strong>que</strong> siente<br />

en su cuerpo cualquiera <strong>que</strong> sea su estatura, tamaño o forma. En el fondo, el y<br />

ata<strong>que</strong> a <strong>los</strong> cuerpos de las mujeres es un ata<strong>que</strong> de largo alcance a la <strong>que</strong> las<br />

han precedido y a las <strong>que</strong> las sucederán (6).<br />

Los severos comentarios acerca de la aceptabilidad del cuerpo crean una<br />

nación de altas muchachas encorvadas, mujeres bajitas sobre zancos, mujeres<br />

voluminosas vestidas como de luto, mujeres muy delgadas empeñadas en hincharse<br />

como víboras y toda una serie de mujeres disfrazadas. Destruir la cohesión<br />

instintiva de una mujer <strong>con</strong> su cuerpo natural la priva de su <strong>con</strong>fianza, la<br />

induce a preguntarse si es o no una buena persona y a basar el valor <strong>que</strong> ella<br />

misma se atribuye no en quién es sino en lo <strong>que</strong> parece. La obliga a emplear su<br />

energía en preocuparse por la cantidad de alimento <strong>que</strong> ha comido o las lecturas<br />

de la báscula y las medidas de la cinta métrica. La obliga a preocuparse Y colorea<br />

todo lo <strong>que</strong> hace, planifica y espera. En el mundo instintivo es impensable <strong>que</strong><br />

una mujer viva preocupada de esta manera por su aspecto.<br />

Es absolutamente lógico <strong>que</strong> una mujer se mantenga sana y fuerte Y <strong>que</strong><br />

procure alimentar su cuerpo lo mejor <strong>que</strong> pueda (7). Pero no tengo más remedio<br />

<strong>que</strong> re<strong>con</strong>ocer <strong>que</strong> en el interior de muchas mujeres hay una "hambrienta". Sin<br />

embargo, más <strong>que</strong> hambrientas de poseer un cierto tamaño, una cierta forma o<br />

estatura o de encajar <strong>con</strong> un determinado estereotipo, las mujeres están hambrientas<br />

de recibir una <strong>con</strong>sideración básica por parte de la cultura <strong>que</strong> las rodea.<br />

La "hambrienta" del interior está deseando ser tratada <strong>con</strong> respeto, ser aceptada<br />

(8) y, por lo menos, ser acogida sin necesidad de <strong>que</strong> encaje en un estereotipo.<br />

Si existe realmente una mujer <strong>que</strong> está "pidiendo a gritos" salir, lo <strong>que</strong> pide a<br />

gritos es <strong>que</strong> terminen las irrespetuosas proyecciones de otras personas sobre su<br />

cuerpo, su rostro o su edad.<br />

La patologización de la variedad de <strong>los</strong> cuerpos femeninos es un arraigado<br />

prejuicio compartido por muchos teóricos de la psicología, y <strong>con</strong> toda certeza por<br />

Freud. En su libro sobre su padre Sigmund, por ejemplo, Martin Freud explica<br />

<strong>que</strong> toda su familia despreciaba, y ridiculizaba a las personas gruesas (9). Los motivos<br />

de las opiniones de Freud rebasan el propósito de este libro; no obstante,<br />

cuesta entender <strong>que</strong> semejante actitud pudiera corresponder a una opinión equilibrada<br />

acerca de <strong>los</strong> cuerpos femeninos.<br />

Baste señalar, sin embargo, <strong>que</strong> distintos psicólogos siguen transmitiendo<br />

este prejuicio <strong>con</strong>tra el cuerpo natural y animan a las mujeres a <strong>con</strong>trolar <strong>con</strong>stantemente<br />

su cuerpo, privándolas <strong>con</strong> ello de unas mejores y más profundas relaciones<br />

<strong>con</strong> la forma <strong>que</strong> han recibido. La angustia acerca del cuerpo priva a la<br />

mujer de buena parte de su vida creativa y le impide prestar atención a otras cosas.<br />

Esta invitación a esculpir el cuerpo es extremadamente parecida a la tarea<br />

de desterronar, <strong>que</strong>mar y eliminar las capas de carne de la tierra hasta dejarla en<br />

<strong>los</strong> huesos. Cuando hay una herida en la psi<strong>que</strong> y el cuerpo de las mujeres, hay<br />

una correspondiente herida en el mismo lugar de la cultura y, en último extremo,<br />

en la propia naturaleza. En una auténtica psicología holística todos <strong>los</strong> mundos<br />

se <strong>con</strong>sideran interdependientes, no entidades separadas. No es de extrañar <strong>que</strong><br />

en nuestra cultura se plantee la cuestión del modelado del cuerpo natural de la<br />

mujer y se plantee la correspondiente cuestión del modelado del paisaje y también<br />

el de algunos sectores de la cultura para su adaptación a la moda. Aun<strong>que</strong><br />

no esté en las manos de la mujer impedir la disección de la cultura y de las tierras<br />

de la noche a la mañana, sí puede evitar hacer lo mismo en su cuerpo.<br />

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