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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

CAPÍTULO 15<br />

La sombra: El canto hondo<br />

Ser una sombra significa tener un to<strong>que</strong> y un paso tan ligeros <strong>que</strong> una se<br />

pueda mover libremente por el bos<strong>que</strong>, observando sin ser observada. Una loba<br />

es una sombra de cualquier cosa o persona <strong>que</strong> atraviesa su territorio. Es su<br />

manera de recoger información. Es el equivalente de manifestarse, <strong>con</strong>vertirse en<br />

algo tan tenue como el humo y volver a manifestarse.<br />

Las lobas pueden moverse <strong>con</strong> mucho sigilo. El ruido <strong>que</strong> hacen se podría<br />

comparar <strong>con</strong> el de <strong>los</strong> ángeles tímidos. Primero retroceden y siguen como una<br />

sombra a la criatura <strong>que</strong> ha despertado su curiosidad. Después aparecen de repente<br />

por delante de la criatura y asoman medio rostro, atisbando <strong>con</strong> un dorado<br />

ojo desde detrás de un árbol. Bruscamente, la loba da media vuelta y, en un borroso<br />

revoltijo en el <strong>que</strong> a duras penas se pueden distinguir su blanco collarín y<br />

su peluda cola, se desvanece para retroceder y situarse una vez más a la espalda<br />

del forastero. Eso es ser una sombra.<br />

La Mujer Salvaje lleva años siguiendo como una sombra a las mujeres de la<br />

tierra. De pronto, la vislumbramos fugazmente. De repente, vuelve a ser invisible.<br />

Sin embargo, aparece tantas veces en nuestra vida y <strong>con</strong> formas tan distintas <strong>que</strong><br />

nosotras nos sentimos rodeadas por sus imágenes y sus anhe<strong>los</strong>. Viene a nosotras<br />

en <strong>los</strong> sueños y en <strong>los</strong> cuentos —especialmente en <strong>los</strong> a<strong>con</strong>tecimientos de<br />

nuestra vida personal—, pues quiere ver quiénes somos y comprobar si estamos<br />

preparadas para reunirnos <strong>con</strong> ella. Si echamos un vistazo a las sombras <strong>que</strong><br />

proyectamos, vemos <strong>que</strong> no son sombras humanas de dos piernas sino unas deliciosas<br />

sombras de un ser libre y salvaje.<br />

Estamos destinadas a ser unas residentes permanentes, no unas simples<br />

turistas en su territorio, pues procedemos de a<strong>que</strong>lla tierra <strong>que</strong> es nuestra patria<br />

y nuestra herencia. La fuerza salvaje de nuestra psi<strong>que</strong> espiritual nos sigue como<br />

una sombra por un motivo. Según un dicho medieval, si bajas por una pendiente<br />

y te sigue una fuerza poderosa y, si esta poderosa fuerza logra apoderarse de tu<br />

sombra, tú también te <strong>con</strong>vertirás en una fuerza poderosa por derecho propio.<br />

La gran fuerza salvaje de nuestra psi<strong>que</strong> quiere apoyar su pata en nuestra<br />

sombra para apoderarse de nosotras. En cuanto la Mujer Salvaje nos arrebata la<br />

sombra, volvemos a ser dueñas de nuestra persona, nos en<strong>con</strong>tramos en el ambiente<br />

<strong>que</strong> nos corresponde y en el hogar <strong>que</strong> nos pertenece.<br />

La mayoría de las mujeres no teme esta reunión sino <strong>que</strong> de hecho la desea.<br />

Si en este preciso instante las mujeres pudieran en<strong>con</strong>trar la guarida de la<br />

Mujer Salvaje, entrarían de cabeza en ella y saltarían alegremente a su regazo.<br />

Les basta <strong>con</strong> <strong>que</strong> las encaucen en la debida dirección, <strong>que</strong> es siempre hacia abajo,<br />

hacia la propia tarea, hacia la vida interior, hacia la galería subterránea <strong>que</strong><br />

<strong>con</strong>duce a la guarida.<br />

Iniciamos nuestra bús<strong>que</strong>da de lo salvaje en nuestra infancia o en la edad<br />

adulta por<strong>que</strong>, en medio de algún denodado esfuerzo, intuimos la cercanía de<br />

una presencia salvaje y protectora. Quizá descubrimos sus huellas en la nieve<br />

reciente de un sueño. O bien observamos en nuestra psi<strong>que</strong> una rama <strong>que</strong>brada<br />

aquí o allá, unas piedras removidas, <strong>con</strong> la húmeda parte inferior boca arriba, y<br />

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