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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

está blo<strong>que</strong>ada, nosotras también nos blo<strong>que</strong>amos. Si sus corrientes están envenenadas<br />

por culpa de nuestros complejos negativos interiores, del ambiente o de<br />

las personas <strong>que</strong> nos rodean, <strong>los</strong> delicados procesos <strong>que</strong> <strong>con</strong>figuran nuestras<br />

ideas también se <strong>con</strong>taminan. Y entonces somos como un río moribundo, lo cual<br />

no se puede pasar por alto, pues la pérdida de una clara corriente creativa <strong>con</strong>stituye<br />

una crisis psicológica y espiritual.<br />

Cuando un río está <strong>con</strong>taminado, todo empieza a morirse por<strong>que</strong>, tal como<br />

sabemos por la biología medioambiental, cada forma de vida depende de todas las<br />

demás. Si, en un río de verdad, la juncia de la orilla adquiere una coloración marrón<br />

debido a la falta de oxígeno, <strong>los</strong> pólenes no encuentran nada lo suficientemente<br />

vigoroso para <strong>que</strong> se pueda fecundar, el llantén cae sin dejar entre sus raíces<br />

el menor espacio para <strong>los</strong> nenúfares, a <strong>los</strong> sauces no les crecen amentos, <strong>los</strong><br />

tritones no encuentran pareja y las efímeras no se reproducen.<br />

Por eso <strong>los</strong> peces no brincan fuera del agua, <strong>los</strong> pájaros no se zambullen y<br />

<strong>los</strong> <strong>lobos</strong> y otras criaturas <strong>que</strong> se acercan al río para refrescarse se van a otro sitio<br />

o se mueren por haber bebido agua corrompida o haber devorado una presa<br />

<strong>que</strong> a su vez se había alimentado <strong>con</strong> las moribundas plantas de la orilla.<br />

Cuando la creatividad se <strong>que</strong>da estancada de alguna manera, el resultado<br />

siempre es el mismo: ausencia de frescor, debilitamiento de la fertilidad, imposibilidad<br />

de <strong>que</strong> las formas inferiores de vida vivan en <strong>los</strong> intersticios de las formas<br />

de vida superiores, imposibilidad de producir una idea en <strong>con</strong>traposición a otra,<br />

de incubar, de engendrar nueva vida. Entonces nos sentimos enfermas y <strong>que</strong>remos<br />

seguir adelante. Vagamos sin rumbo fingiendo <strong>que</strong> nos las podemos arreglar<br />

sin la lujuriante vida creativa o bien simulándola; pero no podemos y no debemos.<br />

Para <strong>que</strong> regrese la vida creativa, hay <strong>que</strong> limpiar y clarificar las aguas. Tenemos<br />

<strong>que</strong> adentrarnos en el fango, purificar <strong>los</strong> elementos <strong>con</strong>taminados, abrir<br />

de nuevo las aberturas, proteger la corriente de futuros daños.<br />

Entre <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> de habla española se narra un antiguo cuento llamado La<br />

Llorona. Algunos dicen <strong>que</strong> su origen se remonta al siglo xvi, cuando <strong>los</strong> <strong>con</strong>quistadores<br />

invadieron <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> aztecas de México, pero es mucho más antiguo<br />

<strong>que</strong> eso. El cuento gira en torno al río de la vida <strong>que</strong> se <strong>con</strong>virtió en un río de<br />

muerte. La protagonista es una cautivadora mujer del río, fértil y generosa, <strong>que</strong><br />

crea a partir de su propio cuerpo. Es pobre, sobrecogedoramente hermosa, pero<br />

rica de alma y espíritu.<br />

La Llorona es un cuento muy extraño, pues sigue evolucionando a través<br />

del tiempo como si tuviera una vida interior propia. Como una gigantesca duna<br />

móvil de arena <strong>que</strong> avanza por el territorio, devora cualquier cosa <strong>que</strong> se le ponga<br />

por delante y <strong>con</strong>struye <strong>con</strong> ella y encima de ella hasta <strong>que</strong> la tierra se <strong>con</strong>vierte<br />

en parte de su propio cuerpo. El cuento se cimenta sobre las cuestiones psíquicas<br />

de cada generación. A veces La Llorona se narra como un cuento acerca de Ce.<br />

Malinalli o Malinche, la indígena <strong>que</strong>, según se dice, fue la intérprete y amante del<br />

<strong>con</strong>quistador Hernán Cortés.<br />

Pero la primera versión <strong>que</strong> yo oí de La Llorona la describía como la protagonista<br />

de una guerra sindical en <strong>los</strong> bos<strong>que</strong>s del norte donde yo me crié. La siguiente<br />

vez <strong>que</strong> oí <strong>con</strong>tar el cuento, La Llorona se enfrentaba a un adversario implicado<br />

en la repatriación forzosa de mexicanos desde Estados Unidos en <strong>los</strong> años<br />

cincuenta. En el Sudoeste me <strong>con</strong>taron distintas versiones del cuento, una de<br />

ellas perteneciente a <strong>los</strong> campesinos de la antigua Concesión Territorial Española,<br />

quienes aseguraban <strong>que</strong> la protagonista había participado en las guerras de<br />

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