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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

rando <strong>que</strong> la crucemos, Al otro lado están <strong>los</strong> nuevos pies. Crúzala. A rastras, en<br />

caso necesario. Del a de hablar y de obsesionarte. Limítate a hacerlo.<br />

No podemos <strong>con</strong>trolar quién nos trae a este mundo. No podemos influir en<br />

la educación <strong>que</strong> nos han dado; no podemos obligar a la cultura a <strong>con</strong>vertirse<br />

instantáneamente en hospitalaria. Pero la buena noticia es <strong>que</strong>, incluso tras<br />

haber sido heridas, incluso en nuestro estado de fieras e incluso cuando nos en<strong>con</strong>tramos<br />

todavía en situación de cautividad, podemos recuperar nuestra vida.<br />

El plan psicológico del alma para regresar al propio interior es el siguiente:<br />

tomar medidas especiales de precaución y perderse poco a poco en lo salva)e,<br />

creando estructuras éticas y protectoras <strong>que</strong> nos ayuden a <strong>con</strong>seguir las herramientas<br />

necesarias para medir en qué momento algo es excesivo. (Por regla general,<br />

la mujer ya es muy sensible al momento en <strong>que</strong> algo es demasiado poco.)<br />

Por <strong>con</strong>siguiente, el regreso a la psi<strong>que</strong> libre y salvaje tiene <strong>que</strong> llevarse a<br />

cabo <strong>con</strong> audacia pero también <strong>con</strong> reflexión. En psicoanálisis nos gusta subrayar<br />

<strong>que</strong> para <strong>con</strong>vertirnos en sanadores/ayudantes es tan importante aprender lo<br />

<strong>que</strong> no hay <strong>que</strong> hacer como lo <strong>que</strong> hay <strong>que</strong> hacer. El regreso a lo salvaje desde la<br />

cautividad tiene <strong>que</strong> hacerse <strong>con</strong> las mismas precauciones. Vamos a examinarlo<br />

<strong>con</strong> más detenimiento.<br />

Los peligros, las trampas y <strong>los</strong> cebos envenenados <strong>que</strong> acechan a la mujer<br />

salvaje son <strong>los</strong> propios de su cultura. Aquí he enumerado <strong>los</strong> <strong>que</strong> son comunes a<br />

la mayoría de las culturas. Las mujeres pertenecientes a distintas etnias y religiones<br />

tendrán percepciones específicas adicionales. Estamos trazando en sentido<br />

simbólico el mapa de <strong>los</strong> bos<strong>que</strong>s en <strong>los</strong> <strong>que</strong> vivimos. Estamos señalando dónde<br />

habitan <strong>los</strong> depredadores y describiendo su modus operandi. Dicen <strong>que</strong> una loba<br />

<strong>con</strong>oce todas las criaturas de su territorio en varios kilómetros a la redonda. Este<br />

<strong>con</strong>ocimiento le permite vivir <strong>con</strong> la máxima libertad posible.<br />

La recuperación del instinto perdido y la curación del instinto lesionado está<br />

realmente al alcance de nuestra mano, pues éste regresa cuando una mujer<br />

presta atención, escuchando, <strong>con</strong>templando y percibiendo el mundo <strong>que</strong> la rodea<br />

y actuando tal como ve actuar a las demás mujeres; <strong>con</strong> eficiencia, eficacia y sensibilidad.<br />

La ocasión de observar el comportamiento de las restantes mujeres <strong>que</strong><br />

<strong>con</strong>servan <strong>los</strong> instintos intactos es esencial para recobrar el instinto. Al final, el<br />

hecho de prestar atención, observar y comportarse de una manera integral se<br />

<strong>con</strong>vierte en una pauta <strong>con</strong> un ritmo determinado <strong>que</strong> se practica y se aprende<br />

hasta <strong>que</strong> vuelve a <strong>con</strong>vertirse en automática.<br />

Si nuestra naturaleza salvaje ha sido herida por algo o por alguien, nos negarnos<br />

a echarnos al suelo y morir. Nos negamos a normalizar esta herida. Recurrimos<br />

a nuestros instintos y hacemos lo <strong>que</strong> hay <strong>que</strong> hacer. La mujer salvaje es<br />

por naturaleza vehemente y talentosa. Pero, como <strong>con</strong>secuencia de su alejamiento<br />

de <strong>los</strong> instintos, es también ingenua, está acostumbrada a la violencia y acepta<br />

sumisamente la expatriación y la exmatriación. Los amantes, las drogas, la bebida,<br />

el dinero, la fama y el poder no pueden reparar demasiado el daño <strong>que</strong> ha sufrido.<br />

Pero sí puede hacerlo un gradual regreso a la vida instintiva. Para ello, una<br />

mujer necesita a una madre, una madre salvaje "suficientemente buena". ¿Y a<br />

<strong>que</strong> no saben quién está esperando <strong>con</strong>vertirse en esta madre? La Mujer Salvaje<br />

se pregunta por qué razón la mujer tarda tanto en estar <strong>con</strong> ella, no simplemente<br />

algunas veces o cuando le interesa sino de manera habitual.<br />

Si te esfuerzas en hacer algo <strong>que</strong> merezca la pena, es importante <strong>que</strong> te rodees<br />

de personas <strong>que</strong> apoyen inequívocamente tu labor. El hecho de tener presuntas<br />

amigas <strong>que</strong> sufren las mismas heridas pero no experimentan el sincero<br />

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