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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

—Anoche dos espíritus vaciaron el foso —le explicó el hortelano—, entraron<br />

en el vergel a la luz de la luna y uno de el<strong>los</strong> <strong>que</strong> era manco se comió la pera <strong>que</strong><br />

la rama le ofreció.<br />

El rey dijo <strong>que</strong> a<strong>que</strong>lla noche montaría guardia. En cuanto oscureció, se fue<br />

al vergel <strong>con</strong> su hortelano y su mago, <strong>que</strong> sabía hablar <strong>con</strong> <strong>los</strong> espíritus. Los tres<br />

se sentaron debajo de un árbol e iniciaron la vigilancia. A medianoche apareció la<br />

doncella flotando por el bos<strong>que</strong>, envuelta en sucios andrajos, <strong>con</strong> el cabello desgreñado,<br />

el rostro tiznado de mugre y <strong>los</strong> brazos sin manos, en compañía del espíritu<br />

vestido de blanco.<br />

Ambos entraron en el vergel de la misma manera <strong>que</strong> la primera vez. Un<br />

árbol volvió a inclinar amablemente una de sus ramas hacia ella y la joven se<br />

comió la pera de su extremo.<br />

El mago se acercó a el<strong>los</strong>, aun<strong>que</strong> no demasiado, y les preguntó:<br />

—¿Sois de este mundo o no sois de este mundo?<br />

—Yo era antes del mundo, pero no soy de este mundo.<br />

—¿Es un ser humano o es un espíritu? —le preguntó el rey al mago.<br />

El mago le <strong>con</strong>testó <strong>que</strong> era lo uno y lo otro. Al rey le dio un vuelco el corazón<br />

y, corriendo hacia ella, exclamó:<br />

—No te abandonaré. A partir de este día, yo cuidaré de ti.<br />

En su castillo le mandó hacer unas manos de plata <strong>que</strong> le acoplaron a <strong>los</strong><br />

brazos. Y así fue como el rey se casó <strong>con</strong> la doncella manca.<br />

A su debido tiempo el rey tuvo <strong>que</strong> combatir una guerra <strong>con</strong>tra un reino lejano<br />

y le pidió a su madre <strong>que</strong> cuidara de la joven reina, pues la amaba <strong>con</strong> todo<br />

su corazón.<br />

—Si da a luz un hijo, envíame inmediatamente un mensaje.<br />

La joven reina dio a luz una preciosa criatura y la madre del rey envió un<br />

mensajero al soberano para comunicarle la buena nueva. Pero, por el camino, el<br />

mensajero se cansó y, al llegar a un río, se sintió cada vez más soñoliento hasta<br />

<strong>que</strong>, al final, se <strong>que</strong>dó completamente dormido a la orilla de la corriente. El demonio<br />

apareció por detrás de un árbol y cambió el mensaje por otro en el <strong>que</strong> se<br />

decía <strong>que</strong> la reina había dado a luz una criatura <strong>que</strong> era medio persona y medio<br />

perro.<br />

El rey se horrorizó al leer el mensaje, pero envió un mensaje de respuesta<br />

en el <strong>que</strong> transmitía su amor a la reina y ordenaba <strong>que</strong> cuidaran de ella en a<strong>que</strong>lla<br />

terrible prueba. El muchacho <strong>que</strong> llevaba el mensaje llegó nuevamente al río y,<br />

sintiéndose tan pesado como si hubiera participado en un festín, no tardó en volver<br />

a <strong>que</strong>darse dormido a la orilla del agua. Entonces apareció de nuevo el demonio<br />

y cambió el mensaje por otro <strong>que</strong> decía "Matad a la reina y a la criatura".<br />

La anciana madre se turbó ante la orden de su hijo y envió a otro mensajero<br />

para <strong>con</strong>firmarla. Los mensajeros fueron y vinieron, todos el<strong>los</strong> se <strong>que</strong>daron<br />

dormidos junto al río y el demonio fue cambiando sus mensajes por otros cada<br />

vez más terribles hasta llegar al último <strong>que</strong> decía "Conservad <strong>los</strong> ojos y la lengua<br />

de la reina como prueba de su muerte".<br />

La anciana madre no pudo soportar la idea de matar a la joven y dulce reina.<br />

En su lugar, sacrificó una paloma, le arrancó <strong>los</strong> ojos y la lengua y <strong>los</strong> guardó.<br />

Después ayudó a la joven reina a sujetarse la criatura al pecho, la cubrió <strong>con</strong><br />

un velo y le dijo <strong>que</strong> huyera para salvar su vida. Ambas mujeres lloraron y se<br />

despidieron <strong>con</strong> un beso.<br />

La joven reina anduvo hasta llegar al bos<strong>que</strong> más grande y frondoso <strong>que</strong><br />

jamás en su vida hubiera visto. Lo recorrió en todas direcciones tratando de en-<br />

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