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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

en engordar, me explicaron, ya <strong>que</strong> las mujeres son la Tierra y son redondas como<br />

ella, pues la tierra abarca muchas cosas (2).<br />

Por <strong>con</strong>siguiente, en la representación, al igual <strong>que</strong> en nuestras vidas,<br />

nuestras historias personales, <strong>que</strong> habían empezando siendo opresivas y deprimentes<br />

a la vez, terminaban <strong>con</strong> alegría y un fuerte sentido del yo. Opalanga<br />

comprende <strong>que</strong> su estatura es su belleza, su sonrisa es la de la sabiduría y la voz<br />

de Dios está siempre cerca de sus labios. Y yo comprendo <strong>que</strong> mi cuerpo no está<br />

separado de la tierra, <strong>que</strong> mis pies están hechos para asentarse firmemente en el<br />

suelo y mi cuerpo es un recipiente destinado a <strong>con</strong>tener muchas cosas. Gracias a<br />

unos pueb<strong>los</strong> poderosos no pertenecientes a nuestra cultura de Estados Unidos,<br />

aprendimos a atribuir un nuevo valor al cuerpo y a rechazar las ideas y el lenguaje<br />

<strong>que</strong> insultaban el misterio del cuerpo o ignoraban el cuerpo femenino como<br />

instrumento de sabiduría (3).<br />

Experimentar un profundo placer en un mundo lleno de muchas clases de<br />

belleza es una alegría de la vida, a la cual todas las mujeres tienen derecho.<br />

Aprobar sólo una clase de belleza equivale en cierto modo a no prestar atención a<br />

la naturaleza. No puede haber un solo canto de pájaro, una sola clase de pino,<br />

una sola clase de lobo. No puede haber una sola clase de niño, de hombre o de<br />

mujer. No puede haber una sola clase de pecho, de cintura o de piel.<br />

Mis experiencias <strong>con</strong> las voluminosas mujeres de México me indujeron a<br />

poner en tela de juicio toda una serie de premisas analíticas acerca de <strong>los</strong> distintos<br />

tamaños y formas y en especial <strong>los</strong> pesos de las mujeres. Una antigua premisa<br />

psicológica en particular se me antojaba grotescamente equivocada: la idea<br />

según la cual todas las mujeres voluminosas tienen hambre de algo; la idea según<br />

la cual "dentro de ellas hay una persona delgada <strong>que</strong> está pidiendo a gritos<br />

salir". Cuando le comenté esta metáfora de la "mujer delgada <strong>que</strong> gritaba" a una<br />

de las majestuosas mujeres de la tribu tehuana, ella me miró <strong>con</strong> cierta alarma.<br />

¿Me estaba refiriendo acaso a la posesión de un mal espíritu?' (4) ¿Quién hubiera<br />

podido tener empeño en poner una cosa tan mala en el interior de una mujer?",<br />

me preguntó. No acertaba a comprender <strong>que</strong> <strong>los</strong> "curanderos" o cualquier otra<br />

persona pudiera pensar <strong>que</strong> una mujer tenía en su interior a una mujer <strong>que</strong> gritaba<br />

por el simple hecho de estar naturalmente gorda.<br />

A pesar de <strong>que</strong> <strong>los</strong> trastornos alimenticios compulsivos y destructivos <strong>que</strong><br />

deforman el tamaño y la imagen del cuerpo son reales y trágicos, no suelen ser la<br />

norma en la mayoría de las mujeres. Lo más probable es <strong>que</strong> las mujeres <strong>que</strong> son<br />

gordas o delgadas, anchas o estrechas, altas o bajas lo sean simplemente por<br />

haber heredado la colifi0_ ración corporal de su familia; y, si no de su familia inmediata,<br />

de <strong>los</strong> miembros de una o dos generaciones anteriores. Despreciar o<br />

juzgar negativamente el aspecto físico heredado de una mujer es crear una generación<br />

tras otra de mujeres angustiadas y neuróticas. Emitir juicios destructivos<br />

y excluyentes acerca de la forma heredada de una mujer equivale a despojarla de<br />

toda una serie de importantes y valiosos tesoros psicológicos y espirituales. La<br />

despoja del orgullo del tipo corporal <strong>que</strong> ha recibido de su linaje ancestral. Si la<br />

enseñan a despreciar su herencia corporal, la mujer se sentirá inmediatamente<br />

privad de su identificación corporal femenina <strong>con</strong> el resto de la familia.<br />

Si la enseñan a odiar su propio cuerpo, ¿cómo podrá amar el cuerpo de su<br />

madre <strong>que</strong> posee la misma <strong>con</strong>figuración <strong>que</strong> el suyo (5), el de su abuela y <strong>los</strong> de<br />

sus hijas? ¿Cómo puede amar <strong>los</strong> cuerpos de otras mujeres (y de otros hombres)<br />

próximos a ella <strong>que</strong> han heredado las formas y las <strong>con</strong>figuraciones corporales de<br />

sus antepasados? Atacar de esta manera a una mujer destruye su justo orgullo<br />

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