09.05.2013 Views

Mujeres que corren con los lobos

Mujeres que corren con los lobos

Mujeres que corren con los lobos

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

Había una vez un hombre cuyo mal carácter le había hecho desperdiciar<br />

más tiempo y perder más buenos amigos <strong>que</strong> cualquier otro elemento de su vida.<br />

Se acercó a un sabio anciano vestido de andrajos y le preguntó:<br />

—¿Cómo puedo dominar el demonio de mi cólera?<br />

El anciano le dijo <strong>que</strong> se dirigiera a un oasis agostado del lejano desierto, se<br />

sentara entre <strong>los</strong> árboles secos y extrajera agua salobre para cualquier viajero<br />

<strong>que</strong> acertara a pasar por allí.<br />

El joven, en su afán por vencer su cólera, se dirigió al lugar de <strong>los</strong> árboles<br />

marchitos del desierto. Durante varios meses, envuelto en una túnica y un albornoz<br />

para protegerse de la arena, extrajo agua amarga y se la dio a todos <strong>los</strong> <strong>que</strong><br />

se acercaban a a<strong>que</strong>l lugar. Pasaron varios años y el hombre no sufrió más accesos<br />

de cólera. Un día se acercó al oasis seco un viajero vestido de oscuro y <strong>con</strong>templó<br />

<strong>con</strong> arrogancia al hombre <strong>que</strong> le ofrecía un cuenco de agua. El viajero se<br />

burló del agua turbia, la rechazó y reanudó su camino.<br />

El hombre <strong>que</strong> le ofrecía el agua se encolerizó inmediatamente hasta tal<br />

punto <strong>que</strong> la rabia lo cegó y, agarrando al viajero, lo derribó de su camello y lo<br />

mató en el acto. Inmediatamente se arrepintió de haberse dejado llevar por su<br />

arrebato de cólera y haber perpetrado semejante acción. De pronto, se acercó otro<br />

jinete al galope. El jinete <strong>con</strong>templó el rostro del muerto y exclamó:<br />

—¡Gracias sean dadas a Alá, pues has matado al hombre <strong>que</strong> iba a matar<br />

al rey!<br />

En a<strong>que</strong>l momento la turbia y salobre agua del oasis se volvió clara y dulce<br />

y <strong>los</strong> árboles secos del oasis reverdecieron y se llenaron de flores.<br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

Hay <strong>que</strong> interpretar el cuento en clave simbólica. El relato no gira en torno<br />

a la muerte de las personas. Nos enseña a no desencadenar la cólera indiscriminadamente<br />

sino en el momento oportuno. El cuento empieza cuando el hombre<br />

aprende a dar agua, es decir, vida, en <strong>con</strong>diciones de sequía. El hecho de dar vida<br />

es un impulso innato en casi todas las mujeres. Es algo <strong>que</strong> casi siempre suelen<br />

hacer muy bien. Sin embargo, existe también un momento para la ráfaga <strong>que</strong> sale<br />

de las entrañas, un momento para la justa cólera y la justa furia (8).<br />

Muchas mujeres son tan sensibles como la arena a la ola, <strong>los</strong> árboles a la<br />

cualidad del aire, la loba a la presencia de otra criatura en su territorio desde<br />

más de un kilómetro de distancia. El espléndido don de estas mujeres es el de<br />

ver, oír, sentir, recibir y transmitir imágenes, ideas y sentimientos <strong>con</strong> la celeridad<br />

de un rayo. Casi todas las mujeres pueden percibir el más mínimo cambio en<br />

el humor de otra persona, pueden leer rostros y cuerpos —<strong>con</strong> eso <strong>que</strong> se llama<br />

la intuición— y, por medio de un sinfín de minúsculas claves <strong>que</strong> se unen para<br />

facilitarle información, adivinar lo <strong>que</strong> encierran las mentes. Para utilizar estos<br />

dones salvajes, las mujeres tienen <strong>que</strong> permanecer abiertas a todo. Sin embargo,<br />

esta misma apertura hace <strong>que</strong> sus límites sean vulnerables y las deja expuestas a<br />

las lesiones del espíritu.<br />

Como el hombre del cuento de "Los árboles secos", es posible <strong>que</strong> una mujer<br />

tenga <strong>que</strong> enfrentarse en mayor o menor grado <strong>con</strong> la misma situación. Puede<br />

llevar dentro un tipo de furia desencadenada <strong>que</strong> la induzca a atormentar <strong>con</strong>stantemente<br />

a <strong>los</strong> demás o a utilizar la frialdad a modo de anestesia o a pronunciar<br />

dulces palabras <strong>que</strong> en el fondo pretenden castigar o humillar a <strong>los</strong> demás.<br />

293

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!