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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

Pero no hay manera de engañar a la Mujer Salvaje. Ella <strong>con</strong>oce la existencia<br />

de <strong>los</strong> oscuros fardos atados <strong>con</strong> cuerdas y más cuerdas en la mente de la<br />

mujer. Esos espacios de la mente de la mujer no reaccionan a la luz ni a la gracia,<br />

pues están muy tapados. Pero, puesto <strong>que</strong> la psi<strong>que</strong> suele compensar <strong>los</strong><br />

desequilibrios, el secreto acabará en<strong>con</strong>trando a pesar de todo el medio de salir,<br />

si no <strong>con</strong> palabras en forma de repentinas melancolías, intermitentes y misteriosos<br />

arrebatos de furia, toda suerte de tics físicos, torsiones y dolores, de <strong>con</strong>versaciones<br />

insustanciales <strong>que</strong> se interrumpen repentina e inexplicablemente, de<br />

súbitas y extrañas reacciones a películas e incluso a anuncios de televisión.<br />

El secreto siempre encuentra una salida, si no <strong>con</strong> palabras directas, por<br />

medio de manifestaciones somáticas <strong>que</strong> a menudo no se pueden afrontar ni resolver<br />

<strong>con</strong> procedimientos tradicionales. ¿Qué hace pues una mujer cuando descubre<br />

<strong>que</strong> el secreto se le está escapando? Corre tras él <strong>con</strong> gran dispendio de<br />

energía. Lo ata otra vez, lo vuelve a arrojar a la zona muerta y <strong>con</strong>struye unas<br />

defensas más sólidas. Llama a sus homunculi —<strong>los</strong> guardianes internos y defensores<br />

del ego— para <strong>que</strong> <strong>con</strong>struyan más puertas y más murallas. Después se<br />

apoya <strong>con</strong>tra su más reciente tumba psíquica, sudando sangre y respirando como<br />

una locomotora. La mujer <strong>que</strong> oculta un secreto es una mujer exhausta.<br />

Mis nagynénik, tías, solían <strong>con</strong>tarme un cuentecito a propósito de esta<br />

cuestión de <strong>los</strong> secretos. Lo llamaban "Arányos Haj, Cabello de Oro, La mujer de<br />

<strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> de oro".<br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

La mujer de <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> de oro<br />

Había una mujer muy extraña pero muy guapa <strong>que</strong> tenía unos largos cabel<strong>los</strong><br />

de oro tan finos como el oro hilado. Era joven y huérfana de padre y madre,<br />

vivía sola en el bos<strong>que</strong> y tejía en un telar hecho <strong>con</strong> negras ramas de nogal. El<br />

bárbaro hijo del carbonero trató de obligarla a <strong>que</strong> se casara <strong>con</strong> él y, en un intento<br />

de quitárselo de encima, ella le regaló unos cuantos cabel<strong>los</strong> de oro. Pero él<br />

no sabía ni le importaba saber <strong>que</strong> el oro <strong>que</strong> ella le había dado no tenía valor<br />

monetario sino espiritual, por lo <strong>que</strong>, cuando intentó vender <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> en el<br />

mercado, la gente se burló de él y lo tomó por loco. Enfurecido, regresó de noche<br />

a la casita de la mujer y <strong>con</strong> sus propias manos la mató y enterró su cuerpo a la<br />

orilla del río. Durante mucho tiempo nadie se percató de su ausencia. Nadie se<br />

interesó ni por su casa ni por su salud. Pero, en su tumba, la melena de oro de la<br />

mujer iba creciendo. Los hermosos cabel<strong>los</strong> se ondulaban en espirales <strong>que</strong> subían<br />

a través de la negra tierra y se enroscaban alzándose cada vez más hasta <strong>que</strong><br />

su tumba <strong>que</strong>dó cubierta por un campo de ondulantes cañas doradas.<br />

Los pastores cortaron las curvadas cañas para <strong>con</strong>struirse flautas y, cuando<br />

las tocaban, las flautitas cantaban sin parar:<br />

Aquí yace la mujer de <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> de oro<br />

asesinada y encerrada en su tumba,<br />

muerta por el hijo del carbonero<br />

por<strong>que</strong> ansiaba vivir.<br />

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