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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

CAPÍTULO 1<br />

El aullido: la resurrección de la Mujer Salvaje<br />

La Loba<br />

Tengo <strong>que</strong> <strong>con</strong>fesarles <strong>que</strong> yo no soy como uno de esos teólogos <strong>que</strong> se<br />

adentran en el desierto y regresan cargados de sabiduría. He recorrido muchas<br />

hogueras de cocinar y he esparcido cebo de angelote en toda suerte de dormitorios.<br />

Pero, más <strong>que</strong> adquirir sabiduría, he sufrido embarazosos episodios de<br />

Giardiasis, E. coli 1, y amebiasis. Ay, tal es el destino de una mística de la clase<br />

media <strong>con</strong> intestinos delicados.<br />

He aprendido a protegerme de todos <strong>los</strong> <strong>con</strong>ocimientos o la sabiduría <strong>que</strong><br />

haya podido adquirir en el transcurso de mis viajes a extraños lugares y personas<br />

insólitas, pues a veces el viejo padre Academo*, como el mítico Cronos, sigue<br />

mostrando una fuerte propensión a devorar a sus hijos antes de <strong>que</strong> hayan alcanzado<br />

la capacidad de sanar o sorprender. El exceso de intelectualización puede<br />

desdibujar las pautas de la naturaleza instintiva de las mujeres.<br />

Por <strong>con</strong>siguiente, para fomentar nuestra relación de parentesco <strong>con</strong> la naturaleza<br />

instintiva, es muy útil comprender <strong>los</strong> cuentos como si estuviéramos dentro<br />

de el<strong>los</strong> y no como si el<strong>los</strong> estuvieran fuera de nosotros. Entramos en un<br />

cuento a través de la puerta del oído interior. El relato hablado roca el nervio auditivo<br />

<strong>que</strong> discurre por la base del cráneo y penetra en la médula oblonga justo<br />

por debajo del puente de Varolio. Allí <strong>los</strong> impulsos auditivos se transmiten a la<br />

<strong>con</strong>ciencia o bien al alma, según sea la actitud del oyente.<br />

Los antiguos anatomistas decían <strong>que</strong> el nervio auditivo se dividía en tres o<br />

más caminos en el interior del cerebro. De ello deducían <strong>que</strong> el oído podía escuchar<br />

a tres niveles distintos. Un camino estaba destinado a las <strong>con</strong>versaciones<br />

mundanas. El segundo era para adquirir erudición y apreciar el arte y el tercero<br />

permitía <strong>que</strong> el alma oyera <strong>con</strong>sejos <strong>que</strong> pudieran servirle de guía y adquiriera<br />

sabiduría durante su permanencia en la tierra.<br />

Hay <strong>que</strong> escuchar por tanto <strong>con</strong> el oído del alma, pues ésta es la misión del<br />

cuento.<br />

Hueso a hueso, cabello a cabello, la Mujer Salvaje regresa. A través de <strong>los</strong><br />

sueños nocturnos y de <strong>los</strong> a<strong>con</strong>tecimientos medio comprendidos y medio recordados.<br />

La Mujer Salvaje regresa. Y lo hace a través de <strong>los</strong> cuentos.<br />

* Héroe ateniense al <strong>que</strong> estaba dedicado un bos<strong>que</strong> sagrado donde Platón fundó su Academia y<br />

donde solían reunirse <strong>los</strong> filósofos de Atenas. (N. de la T.)<br />

Inicié mi propia migración por Estados Unidos en <strong>los</strong> años sesenta, buscando<br />

un lugar donde pudiera asentarme entre <strong>los</strong> árboles, la fragancia del agua<br />

y las criaturas a las <strong>que</strong> amaba: el oso, la raposa, la serpiente, el águila y el lobo.<br />

Los hombres exterminaban sistemáticamente a <strong>los</strong> <strong>lobos</strong> en el norte de la región<br />

de <strong>los</strong> Grandes Lagos; dondequiera <strong>que</strong> fuera, <strong>los</strong> <strong>lobos</strong> eran perseguidos de distintas<br />

maneras. Aun<strong>que</strong> muchos <strong>los</strong> <strong>con</strong>sideraban una amenaza, yo siempre me<br />

sentía más segura cuando había <strong>lobos</strong> en <strong>los</strong> bos<strong>que</strong>s. Por a<strong>que</strong>l entonces, tanto<br />

en el oeste como en el norte, podías acampar y oír por la noche el canto de las<br />

montañas y el bos<strong>que</strong>.<br />

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