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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

alma en lugar de desarrollar una relación <strong>con</strong> ella. ¿Por qué razón roba el ego la<br />

piel de foca? Como todas las cosas hambrientas o solitarias, ama la luz. Cuando<br />

ve la luz y la posibilidad de acercarse al alma, se acerca a ella reptando y le roba<br />

uno de sus camuflajes esenciales. No puede evitarlo. El ego es como es; se siente<br />

atraído por la luz. Aun<strong>que</strong> no pueda vivir bajo el agua, ansía relacionarse <strong>con</strong> el<br />

alma. El ego es muy tosco en comparación <strong>con</strong> el alma. Su manera de hacer las<br />

cosas no suele ser sensible ni evocadora. Pero siente una ligera atracción —<strong>que</strong><br />

apenas comprende— por la belleza de la luz. Y eso, de alguna manera y durante<br />

algún tiempo, lo tranquiliza.<br />

Por <strong>con</strong>siguiente, nuestro ego—yo hambriento de alma roba el pellejo.<br />

"Quédate <strong>con</strong>migo —susurra el ego—. Yo te haré feliz, aislándote de tu yo—alma<br />

y de tus cic<strong>los</strong> de regreso a tu hogar del alma. Te haré muy feliz. Quédate, por<br />

favor." De esta manera, tal como corresponde al comienzo de la individuación femenina,<br />

el alma se siente obligada a establecer una relación <strong>con</strong> el ego. La función<br />

mundana del servilismo del alma <strong>con</strong> respecto al ego se produce para <strong>que</strong><br />

aprendamos cómo es el mundo y la manera de adquirir cosas, de trabajar y de<br />

distinguir lo bueno de lo no tan bueno, para <strong>que</strong> sepamos cuándo movernos,<br />

cuándo estarnos quietas y cómo <strong>con</strong>vivir <strong>con</strong> otras personas, y para <strong>que</strong> aprendamos<br />

la mecánica y las intrigas de la cultura, la manera de <strong>con</strong>servar un empleo<br />

y de sostener en brazos a un niño, de cuidar el cuerpo y encargarnos de <strong>los</strong> negocios,<br />

es decir, todas las cosas del mundo exterior. El propósito inicial del desarrollo<br />

de esta importante estructura en el interior de la psi<strong>que</strong> femenina —el matrimonio<br />

de la mujer foca y el hombre solitario, un matrimonio en el <strong>que</strong> ella desempeña<br />

una tarea decididamente servil— es la creación de un apaño temporal<br />

<strong>que</strong> en último extremo dará lugar a la aparición del hijo espiritual capaz de <strong>con</strong>vivir<br />

y desplazarse entre el inundo exterior y el salvaje. Una vez ha nacido, se ha<br />

desarrollado y se ha iniciado, este hijo simbólico aflora a la superficie del mundo<br />

exterior y entonces se produce la curación de la relación <strong>con</strong> el alma. Aun<strong>que</strong> el<br />

hombre solitario, es decir, el ego, no pueda ejercer perennemente su dominio —<br />

pues algún día tendrá <strong>que</strong> someterse a las exigencias del alma durante todo el<br />

resto de la vida de la mujer—, por el solo hecho de vivir <strong>con</strong> la mujer foca/mujer—alma,<br />

se ha <strong>con</strong>tagiado de su grandeza y ello basta para <strong>que</strong> se sienta<br />

satisfecho, enri<strong>que</strong>cido y humillado al mismo tiempo.<br />

El hijo espiritual<br />

Vemos por tanto <strong>que</strong> la unión de esos <strong>con</strong>trarios <strong>que</strong> son el ego y el alma<br />

produce algo de valor infinito, el hijo espiritual. Es bien cierto <strong>que</strong>, cuando el ego<br />

se entremete violentamente en <strong>los</strong> aspectos más sutiles de la psi<strong>que</strong> y el alma, se<br />

produce una fertilización cruzada. Paradójicamente, robando la protección del<br />

alma y su capacidad de ocultarse bajo el agua a voluntad, el ego participa en la<br />

creación de un hijo portador de la doble herencia del mundo y del alma, capaz de<br />

transmitir mensajes y rega<strong>los</strong> entre ambos.<br />

En algunos de <strong>los</strong> cuentos más importantes, como el gaélico La bella y la<br />

bestia, el mexicano La Bruja Milagrosa y el japonés Tsukino Waguma: El oso, el<br />

hallazgo del camino de regreso al propio orden psíquico se inicia <strong>con</strong> la alimentación<br />

o el cuidado de una mujer, un hombre o una bestia solitaria y/o herida. El<br />

hecho de <strong>que</strong> semejante hijo, capaz de atravesar dos mundos tan distintos, pueda<br />

proceder de una mujer sin piel y "casada" <strong>con</strong> algo de sí misma o del mundo exterior<br />

tan solitario y subdesarrollado, es uno de <strong>los</strong> milagros <strong>con</strong>stantes de la psi-<br />

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