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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

Un hombre fue a cortejar a dos hermanas gemelas. Pero el padre le dijo:<br />

"No podrás casarte <strong>con</strong> ellas hasta <strong>que</strong> no adivines sus nombres." Aun<strong>que</strong> Manawee<br />

lo intentó repetidamente, no pudo adivinar <strong>los</strong> nombres de las hermanas. El<br />

padre de las jóvenes sacudió la cabeza y rechazó a Manawee una y otra vez.<br />

Un día Manawee llevó <strong>con</strong>sigo a su perrito en una de sus visitas adivinatorias<br />

y el perrito vio <strong>que</strong> una hermana era más guapa <strong>que</strong> la otra y <strong>que</strong> la segunda<br />

era más dulce <strong>que</strong> la primera. A pesar de <strong>que</strong> ninguna de las dos hermanas poseía<br />

ambas cualidades, al perrito le gustaron mucho las dos, pues ambas le daban<br />

go<strong>los</strong>inas y le miraban a <strong>los</strong> ojos sonriendo.<br />

A<strong>que</strong>l día Manawee tampoco <strong>con</strong>siguió adivinar <strong>los</strong> nombres de las jóvenes<br />

y volvió tristemente a su casa. Pero el perrito regresó corriendo a la cabaña de las<br />

jóvenes. Allí acercó la oreja a una de las paredes laterales y oyó <strong>que</strong> las mujeres<br />

comentaban entre risas lo guapo y viril <strong>que</strong> era Manawee. Mientras hablaban, las<br />

hermanas se llamaban, la una a la otra por sus respectivos nombres y el perrito<br />

lo oyó y regresó a la mayor rapidez posible junto a su amo para decírselo.<br />

Pero, por el camino, un león había dejado un gran hueso <strong>con</strong> restos de carne<br />

al borde del sendero y el perrito lo olfateó inmediatamente y, sin pensarlo dos<br />

veces, se es<strong>con</strong>dió entre la maleza arrastrando el hueso. Allí empezó a comerse la<br />

carne y a lamer el hueso hasta arrancarle todo el sabor. De repente, el perrito recordó<br />

su olvidada misión, pero, por desgracia, también había olvidado <strong>los</strong> nombres<br />

de las jóvenes.<br />

Corrió por segunda vez a la cabaña de las gemelas. Esta vez ya era de noche<br />

y las muchachas se estaban untando mutuamente <strong>los</strong> brazos y las piernas<br />

<strong>con</strong> aceite como si se estuvieran preparando para una fiesta. Una vez más el perrito<br />

las oyó llamarse entre si por sus nombres. Pegó un brinco de alegría y,<br />

mientras regresaba por el camino <strong>que</strong> <strong>con</strong>ducía a la cabaña de Manawee, aspiró<br />

desde la maleza el olor de la nuez moscada.<br />

Nada le gustaba más al perrito <strong>que</strong> la nuez moscada. Se apartó rápidamente<br />

del camino y corrió al lugar donde una exquisita empanada de kumquat se estaba<br />

enfriando sobre un tronco. La empanada desapareció en un santiamén y al<br />

perrito le <strong>que</strong>dó un delicioso aroma de nuez moscada en el aliento. Mientras trotaba<br />

a casa <strong>con</strong> la tripa llena, trató de recordar <strong>los</strong> nombres de las jóvenes, pero<br />

una vez más <strong>los</strong> había olvidado.<br />

Al final, el perrito regresó de nuevo a la cabaña de las jóvenes y esta vez las<br />

hermanas se estaban preparando para casarse. "¡Oh, no! —pensó el perrito—, ya<br />

casi no hay tiempo." Cuando las hermanas se volvieron a llamar mutuamente por<br />

sus nombres, el perrito se grabó <strong>los</strong> nombres en la mente y se alejó a toda prisa,<br />

firmemente decidido a no permitir <strong>que</strong> nada le impidiera comunicar de inmediato<br />

<strong>los</strong> dos valiosos nombres a Manawee.<br />

El perrito en el camino vio <strong>los</strong> restos de una pe<strong>que</strong>ña presa recién muerta<br />

por las fieras, pero no hizo caso y pasó de largo. Por un instante, le pareció aspirar<br />

una vaharada de nuez moscada en el aire, pero no hizo caso y siguió corriendo<br />

sin descanso hacia la casa de su amo. Sin embargo, el perrito no esperaba<br />

tropezarse <strong>con</strong> un oscuro des<strong>con</strong>ocido <strong>que</strong>, saliendo de entre <strong>los</strong> arbustos, lo agarró<br />

por el cuello y lo sacudió <strong>con</strong> tal fuerza <strong>que</strong> poco faltó para <strong>que</strong> se le cayera el<br />

rabo.<br />

Y eso fue lo <strong>que</strong> ocurrió mientras el des<strong>con</strong>ocido le gritaba: "¡Dime <strong>los</strong> nombres!<br />

Dime <strong>los</strong> nombres de las chicas para <strong>que</strong> yo pueda <strong>con</strong>seguirlas."<br />

El perrito temió desmayarse a causa del puño <strong>que</strong> le apretaba el cuello, pero<br />

luchó <strong>con</strong> todas sus fuerzas. Gruñó, arañó, golpeó <strong>con</strong> las patas y, al final,<br />

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