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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

Si nos apartamos de nuestras vidas auténticas y apasionadas y subimos al<br />

carruaje dorado de la reseca anciana, adoptamos de hecho la persona y las ambiciones<br />

de la vieja y frágil perfeccionista. Después, como todas las criaturas cautivas,<br />

caemos en la tristeza <strong>que</strong> <strong>con</strong>duce a un anhelo obsesivo, calificada a menudo<br />

en mi profesión como "la inquietud sin nombre". A <strong>con</strong>tinuación, corremos el<br />

riesgo de apoderarnos de lo primero <strong>que</strong> promete devolvernos la vida.<br />

Es importante mantener <strong>los</strong> ojos abiertos y sopesar cuidadosamente <strong>los</strong><br />

ofrecimientos de una existencia más fácil y un camino sin dificultades, sobre todo<br />

si, a cambio, se nos pide <strong>que</strong> arrojemos nuestra personal alegría creativa a una<br />

pira crematoria en lugar de encender nuestra propia hoguera.<br />

Trampa 3: La <strong>que</strong>ma del tesoro, el hambre del alma<br />

Hay una <strong>que</strong>ma <strong>que</strong> se acompaña de alegría y una <strong>que</strong>ma <strong>que</strong> se acompaña<br />

de aniquilización. Una es el fuego de la transformación y otra es sólo el fuego de<br />

la pérdida. A nosotras nos interesa el fuego de la transformación. Sin embargo,<br />

muchas mujeres abandonan las zapatillas rojas y acceden a dejarse limpiar demasiado,<br />

a ser demasiado amables y a doblegarse demasiado a la manera en <strong>que</strong><br />

ven el mundo <strong>los</strong> demás. Arrojamos nuestras alegres zapatillas rojas al fuego destructor<br />

cuando digerimos valores, propagandas y fi<strong>los</strong>ofías al por mayor, incluidas<br />

las de carácter psicológico. Las zapatillas rojas arden hasta <strong>que</strong>dar <strong>con</strong>vertidas<br />

en ceniza cuando pintamos, actuamos, escribimos, hacemos o somos de<br />

cualquier manera <strong>que</strong> provo<strong>que</strong> una reducción de nuestras vidas, un debilitamiento<br />

de nuestra visión y una fractura de nuestros huesos espirituales.<br />

Entonces la vida de la mujer <strong>que</strong>da envuelta en la palidez, pues tiene hambre<br />

del alma. Lo único <strong>que</strong> ella quiere es recuperar su vida profunda. Lo único<br />

<strong>que</strong> desea es recuperar a<strong>que</strong>llas zapatillas rojas hechas a mano. La alegría salvaje<br />

<strong>que</strong> éstas simbolizan hubiera podido <strong>que</strong>marse en el fuego del desuso, en el<br />

fuego de la devaluación del propio trabajo Hubiera podido <strong>que</strong>marse en las llamas<br />

del silencio <strong>que</strong> nosotras mismas nos imponemos.<br />

Demasiadas mujeres hicieron una terrible promesa muchos años antes de<br />

comprender <strong>que</strong> no hubieran tenido <strong>que</strong> hacerla. De jóvenes estuvieron hambrientas<br />

de estímulo y apoyo básico, se llenaron de tristeza y resignación, abandonaron<br />

las plumas, cerraron sus palabras, apagaron sus cantos, enrollaron sus<br />

obras artísticas y juraron no volver a tocarlas jamás. Una mujer en semejante<br />

situación ha entrado inadvertidamente en el horno junto <strong>con</strong> su vida hecha a<br />

mano. Y su vida se <strong>con</strong>vierte en ceniza.<br />

La vida de la mujer puede <strong>con</strong>sumirse en el fuego del odio a su propia persona<br />

pues <strong>los</strong> complejos son capaces de morder <strong>con</strong> mucha fuerza y, por lo menos<br />

durante algún tiempo, atemorizarla hasta el extremo de alejarla de la tarea o<br />

de la vida <strong>que</strong> más le interesa. Se pueden dedicar muchos años a no ir, no moverse,<br />

no aprender, no descubrir, no obtener, no tomar, no <strong>con</strong>vertirse en algo.<br />

La visión <strong>que</strong> una mujer tiene de su propia vida también se puede <strong>con</strong>sumir<br />

en las llamas de <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> de otra persona o de la clara intención destructiva<br />

de otra persona. La familia, <strong>los</strong> mentores, <strong>los</strong> maestros y <strong>los</strong> amigos no tendrían<br />

<strong>que</strong> ser destructivos cuando sienten envidia, pero algunos lo son sin la menor<br />

duda, tanto de manera sutil como de manera no tan sutil. Ninguna mujer puede<br />

permitirse el lujo de dejar <strong>que</strong> su vida creativa penda de un hilo mientras ella sirve<br />

a una relación amorosa, un familiar, un maestro o un amigo antagónico.<br />

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