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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

lleven un pasamontañas, una navaja entre <strong>los</strong> dientes y un saco de dinero al<br />

hombro, si nos dicen <strong>que</strong> trabajan en la banca, les creemos.<br />

Sin embargo, a pesar de <strong>los</strong> sabios <strong>con</strong>sejos de su madre y de su padre, la<br />

muchacha, sobre todo a partir de <strong>los</strong> doce años, puede dejarse arrastrar por <strong>los</strong><br />

grupos de sus coetáneos, las fuerzas culturales o las presiones psíquicas, y entonces<br />

empieza a correr temerariamente riesgos <strong>con</strong> el fin de averiguar las cosas<br />

por sí misma. Cuando trabajo <strong>con</strong> adolescentes algo mayores <strong>que</strong> están <strong>con</strong>vencidas<br />

de <strong>que</strong> el mundo es bueno siempre y cuando ellas lo sepan manejar debidamente,<br />

me siento algo así como una vieja perra canosa. Siento el deseo de cubrirme<br />

<strong>los</strong> ojos <strong>con</strong> las patas y suelto un gemido, pues veo cosas <strong>que</strong> ellas no ven<br />

y sé, sobre todo si las chicas son obstinadas y enojadizas, <strong>que</strong> se empeñarán en<br />

mantener tratos <strong>con</strong> el depredador aun<strong>que</strong> sólo sea una vez antes de despertar<br />

sobresaltadas. Al comienzo de nuestra vida, nuestro punto de vista femenino es<br />

muy ingenuo, es decir, nuestra comprensión emocional de lo oculto es muy débil.<br />

Pero es ahí donde todas empezamos como hembras. Somos ingenuas y nos empeñamos<br />

en colocarnos en situaciones muy <strong>con</strong>fusas. No haber sido iniciadas en<br />

estas cuestiones significa en<strong>con</strong>trarnos en una fase de nuestra vida en la <strong>que</strong> sólo<br />

estamos capacitadas para ver lo <strong>que</strong> es patente.<br />

Entre <strong>los</strong> <strong>lobos</strong>, cuando la hembra deja a las crías para ir a cazar, <strong>los</strong> pe<strong>que</strong>ños<br />

intentan seguirla al exterior de la guarida y bajar <strong>con</strong> ella por el camino.<br />

Entonces ella les ruge, se abalanza sobre el<strong>los</strong> y les pega un susto de muerte para<br />

obligar<strong>los</strong> a huir y regresar corriendo a la guarida. La madre sabe <strong>que</strong> sus crías<br />

aún no saben valorar y sopesar a otras criaturas. Ignoran quién es el depredador<br />

y quién no. Pero a su debido tiempo ella se lo enseñará por las buenas y por<br />

las malas.<br />

Como <strong>los</strong> lobeznos, las mujeres necesitan una iniciación parecida en la <strong>que</strong><br />

se les enseñe <strong>que</strong> <strong>los</strong> mundos interior y exterior no siempre son unos lugares placenteros.<br />

Muchas mujeres ni siquiera han recibido las lecciones básicas <strong>que</strong> una<br />

madre loba les da a sus crías acerca de <strong>los</strong> depredadores, como, por ejemplo: si<br />

es amenazador y más grande <strong>que</strong> tú, huye; si es más débil, decide qué es lo <strong>que</strong><br />

quieres hacer; si está enfermo, déjalo en paz; si tiene púas, veneno, colmil<strong>los</strong> o<br />

garras afiladas, retrocede y aléjate en dirección <strong>con</strong>traria; si huele bien, pero está<br />

enroscado alrededor de unas mandíbulas de metal, pasa de largo.<br />

La hermana menor del cuento no sólo es ingenua en sus procesos mentales<br />

e ignora por completo la faceta asesina de su propia psi<strong>que</strong> sino <strong>que</strong> además, se<br />

deja seducir por <strong>los</strong> placeres del ego. ¿Por qué no? A todas nos gusta <strong>que</strong> todo<br />

sea maravil<strong>los</strong>o. Toda mujer desea montar en un caballo ricamente enjaezado y<br />

cabalgar a través de un bos<strong>que</strong> inmensamente verde y sensual. Todos <strong>los</strong> seres<br />

humanos aspiran a gozar del Paraíso aquí en la tierra. Lo malo es <strong>que</strong> el ego desea<br />

en<strong>con</strong>trarse a gusto, pero el ansia de lo paradisíaco combinada <strong>con</strong> la ingenuidad<br />

no nos permite alcanzar la satisfacción sino <strong>que</strong> nos <strong>con</strong>vierte en alimento<br />

del depredador.<br />

La aquiescencia a casarse <strong>con</strong> el monstruo se produce en realidad cuando<br />

las niñas son muy pe<strong>que</strong>ñas, generalmente antes de <strong>los</strong> cinco años. Se las enseña<br />

a no ver y a <strong>con</strong>siderar "bonitas" toda suerte de cosas grotescas tanto si son<br />

agradables como si no. Esta enseñanza es la culpable de <strong>que</strong> la hermana menor<br />

se diga: "Bueno, su barba no es muy azul." Estas enseñanzas iniciales a "ser<br />

amables" induce a las mujeres a pasar por alto sus intuiciones. En este sentido,<br />

se las enseña deliberadamente a someterse al depredador. Imaginemos a una<br />

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