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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

lugar del alma durante períodos de tiempo más prolongados sino también y sobre<br />

todo llamando al alma al mundo de arriba durante breves períodos.<br />

Para poder <strong>con</strong>versar <strong>con</strong> lo femenino salvaje una mujer tiene <strong>que</strong> abandonar<br />

transitoriamente el mundo y sumirse en un estado de soledad en el sentido<br />

más antiguo de la palabra. Hace tiempo, el adjetivo inglés alone (solo), equivalía a<br />

dos palabras: all one (20), es decir, "todo uno". Ser todo uno significaba ser una<br />

unidad total, una unicidad, tanto <strong>con</strong> carácter esencial como transitorio. Éste es<br />

precisamente el objetivo de la soledad, ser totalmente uno mismo. Es la mejor<br />

cura para el estado de extremo cansancio tan habitual en las mujeres modernas,<br />

el <strong>que</strong> las induce a "saltar a la grupa de su caballo y lanzarse al galope en todas<br />

direcciones ".<br />

La soledad no es ausencia de energía o acción tal como algunos creen, sino<br />

una abundancia de provisiones salvajes <strong>que</strong> el alma nos transmite. En tiempos<br />

antiguos, tal como sabemos a través de <strong>los</strong> escritos de <strong>los</strong> médicos—sanadores<br />

religiosos y místicos, la soledad deliberada era no sólo paliativa sino también preventiva.<br />

Se utilizaba para curar la fatiga y prevenir el cansancio. También se usaba<br />

como oráculo como medio para escuchar el yo interior y pedirle unos <strong>con</strong>sejos<br />

y una guía imposibles de escuchar en medio del estruendo de la vida cotidiana.<br />

Las mujeres de la antigüedad y las modernas aborígenes solían crear un<br />

lugar sagrado para esta clase de comunión y bús<strong>que</strong>da. Dicen <strong>que</strong> tradicionalmente<br />

se establecía durante el período menstrual de las mujeres, pues en estos<br />

días una mujer vive mucho más cerca de su propio <strong>con</strong>ocimiento <strong>que</strong> de costumbre;<br />

el espesor de la membrana <strong>que</strong> separa la mente in<strong>con</strong>ciente de la <strong>con</strong>ciente<br />

se reduce <strong>con</strong>siderablemente. Los sentimientos, <strong>los</strong> recuerdos, las sensaciones<br />

<strong>que</strong> normalmente están blo<strong>que</strong>ados penetran en la <strong>con</strong>ciencia sin ninguna dificultad.<br />

Si una mujer se adentra en la soledad en este período, tiene más material<br />

para examinar.<br />

No obstante, en mis intercambios <strong>con</strong> las mujeres de las tribus de Norte,<br />

Centro y Sudamérica así como <strong>con</strong> las de algunas tribus eslavas, descubro <strong>que</strong><br />

<strong>los</strong> "lugares femeninos" se utilizaban en cualquier momento y no sólo durante la<br />

menstruación; más aún, cada mujer disponía de su propio "lugar femenino", el<br />

cual <strong>con</strong>sistía a menudo en un determinado árbol o punto de la orilla del río o en<br />

algún espacio de un bos<strong>que</strong> o un desierto natural o una gruta marina.<br />

Mi experiencia en el análisis de las mujeres me lleva a pensar <strong>que</strong> buena<br />

parte de <strong>los</strong> trastornos premenstruales de las mujeres modernas no es sólo un<br />

síndrome físico sino también una <strong>con</strong>secuencia de su necesidad insatisfecha de<br />

dedicar el tiempo suficiente a revitalizarse y renovarse (21).<br />

Siempre me río cuando alguien menciona a <strong>los</strong> primeros antropólogos, según <strong>los</strong><br />

cuales en muchas tribus las mujeres <strong>que</strong> menstruaban se <strong>con</strong>sideraban "impuras"<br />

y eran obligadas a alejarse del poblado hasta <strong>que</strong> "terminaban". Todas las<br />

mujeres saben <strong>que</strong>, aun<strong>que</strong> hubiera un forzoso exilio ritual de este tipo, cada una<br />

de ellas sin excepción, al llegar este momento, abandonaba la aldea <strong>con</strong> la cabeza<br />

tristemente inclinada, por lo menos hasta <strong>que</strong> se perdía de vista, y después rompía<br />

repentinamente a bailar y se pasaba el resto del camino muerta de risa.<br />

Como en el cuento, si practicamos habitualmente la soledad deliberada, favorecemos<br />

nuestra <strong>con</strong>versación <strong>con</strong> el alma salvaje <strong>que</strong> se acerca a nuestra orilla.<br />

Y lo hacemos no sólo para "estar cerca" de la naturaleza salvaje del alma sino<br />

también, como en la mística tradición de tiempos inmemoriales, para hacer preguntas<br />

y para <strong>que</strong> el alma nos a<strong>con</strong>seje.<br />

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