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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

sabe <strong>con</strong> la rapidez de un relámpago, siempre y cuando nosotras <strong>que</strong>ramos anotar<br />

lo <strong>que</strong> ella nos dicte.<br />

La iniciación de Vasalisa empieza cuando ésta aprende a dejar morir lo <strong>que</strong><br />

tiene <strong>que</strong> morir. Eso significa dejar morir <strong>los</strong> valores y las actitudes de la psi<strong>que</strong><br />

<strong>que</strong> ya no le son útiles. Hay <strong>que</strong> examinar <strong>con</strong> especial detenimiento a<strong>que</strong>l<strong>los</strong> férreos<br />

principios <strong>que</strong> hacen la vida demasiado cómoda, <strong>que</strong> protegen en exceso,<br />

<strong>que</strong> hacen <strong>que</strong> las mujeres caminen como si se escabulleran de algo en lugar de<br />

pisar <strong>con</strong> paso firme.<br />

El período durante el cual disminuye la "madre positiva" de la infancia —y<br />

desaparecen también sus actitudes— es siempre un período de intenso aprendizaje.<br />

Aun<strong>que</strong> existe un período de nuestras vidas durante el cual nos mantenemos<br />

cerca de la protectora madre psíquica tal como debe ser (por ejemplo, en<br />

nuestra infancia o durante la recuperación de una enfermedad o de un trauma<br />

psicológico o espiritual o cuando nuestras vidas <strong>corren</strong> peligro y el hecho de estarnos<br />

quietas es nuestra salvación) y aun<strong>que</strong> <strong>con</strong>servemos grandes reservas de<br />

su ayuda para la vida futura, llega también el momento en <strong>que</strong> hay <strong>que</strong> cambiar<br />

de madre, por así decirlo 4.<br />

Si permanecemos demasiado tiempo <strong>con</strong> la madre protectora en nuestra<br />

psi<strong>que</strong>, no podremos enfrentarnos <strong>con</strong> <strong>los</strong> retos <strong>que</strong> se nos planteen y blo<strong>que</strong>aremos<br />

nuestro ulterior desarrollo. Con ello no quiero decir en modo alguno <strong>que</strong><br />

una mujer se tenga <strong>que</strong> lanzar a situaciones ofensivas o dolorosas sino <strong>que</strong> tiene<br />

<strong>que</strong> fijarse en la vida un objetivo por el <strong>que</strong> esté dispuesta a correr riesgos. A través<br />

de este proceso se afilarán sus facultades intuitivas.<br />

Entre <strong>los</strong> <strong>lobos</strong>, cuando una madre loba amamanta a sus lobeznos, tanto<br />

ella como sus crías pasan mucho tiempo holgazaneando. Todos se echan <strong>los</strong> unos<br />

encima de <strong>los</strong> otros en un gran revoltijo; el mundo exterior y el mundo de <strong>los</strong> desafíos<br />

<strong>que</strong>dan muy lejos. Sin embargo, cuando la madre loba enseña finalmente a<br />

sus lobeznos a cazar y a rodear, suele mostrarles <strong>los</strong> dientes, <strong>los</strong> mordis<strong>que</strong>a, les<br />

exige <strong>que</strong> espabilen y <strong>los</strong> empuja si no hacen lo <strong>que</strong> ella les pide.<br />

Por <strong>con</strong>siguiente, es justo <strong>que</strong>, para <strong>que</strong> podamos proseguir nUestro desarrollo,<br />

cambiemos la solícita madre interior <strong>que</strong> nos era beneficiosa en nuestra<br />

infancia por otra clase de madre, una madre <strong>que</strong> habita en <strong>los</strong> más hondos desiertos<br />

psíquicos y es no sólo una escolta sino también una maestra, una madre<br />

afectuosa, pero también severa y exigente.<br />

La mayoría de nosotras no deja <strong>que</strong> muera la madre demasiado buena<br />

cuando llega el momento. Aun<strong>que</strong> esta madre demasiado buena no permita <strong>que</strong><br />

afloren a la superficie nuestras más desbordantes energías5 nos resulta tan cómodo<br />

y agradable estar <strong>con</strong> ella <strong>que</strong>, ¿para qué dejarla? A menudo oímos unas<br />

voces mentales <strong>que</strong> nos animan a <strong>con</strong>servarla y a mantenernos a salvo.<br />

Estas voces dicen cosas tales como "Vamos, no digas eso", o "No puedes<br />

hacerlo" o "Está claro <strong>que</strong> no eres hija [amiga, compañera) mía si lo haces" o "Allí<br />

fuera hay muchos peligros" o "Quién sabe qué va a ser de ti si te empeñas en<br />

abandonar este cálido nido" o "Lo único <strong>que</strong> <strong>con</strong>seguirás será humillarte" o algo<br />

todavía más insidioso, "Haz como <strong>que</strong> corres riesgos, pero, en secreto, quédate<br />

aquí <strong>con</strong>migo". Éstas son las voces de la asustada y un tanto irritada madre demasiado<br />

buena <strong>que</strong> anida en la psi<strong>que</strong>. No lo puede remediar; es como es. Sin<br />

embargo, si permanecemos unidas demasiado tiempo a la madre demasiado buena,<br />

nuestra vida y nuestra capacidad de expresarnos se hundirán en las sombras<br />

y, en lugar de fortalecernos, nos debilitaremos.<br />

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