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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

Hay heridas generales, heridas propias de <strong>los</strong> varones y heridas propias de<br />

las mujeres. Un aborto provocado deja una cicatriz. Un aborto espontáneo deja<br />

una cicatriz. La pérdida de un hijo de cualquier edad deja una cicatriz. A veces, la<br />

cercanía de otra persona deja un tejido cicatricial. Es posible <strong>que</strong> haya muchas<br />

cicatrices como <strong>con</strong>secuencia de elecciones ingenuas, del hecho de haber sido<br />

atrapados o de elecciones acertadas pero difíciles. Hay tantas formas de cicatrices<br />

como tipos de lesiones psíquicas.<br />

La represión del material secreto <strong>que</strong> va acompañado de sentimientos de<br />

vergüenza, temor, cólera, remordimiento o humillación oblitera totalmente todas<br />

las restantes partes del in<strong>con</strong>ciente <strong>que</strong> se encuentran situadas en proximidad<br />

del secreto (3). Es como si se inyectara, por ejemplo, una sustancia anestésica en<br />

el tobillo de una persona para llevar a cabo una intervención quirúrgica. Buena<br />

parte de la pierna por encima y por debajo del tobillo sufrirá también <strong>los</strong> efectos<br />

de la anestesia y se volverá insensible. Éste es el efecto de <strong>los</strong> secretos en la psi<strong>que</strong>.<br />

Es como un <strong>con</strong>stante gota a gota de anestesia <strong>que</strong> insensibiliza no sólo la<br />

zona afectada sino también la amplia zona <strong>que</strong> la rodea.<br />

Los efectos en la psi<strong>que</strong> son siempre <strong>los</strong> mismos cualquiera <strong>que</strong> sea el secreto<br />

y cualquiera <strong>que</strong> sea el dolor <strong>que</strong> éste produzca. Veamos un ejemplo. Una<br />

mujer cuyo marido se suicidó cuarenta años atrás a <strong>los</strong> tres meses de su boda<br />

fue instada por su familia no sólo a ocultar las pruebas de la profunda depresión<br />

de su marido sino el hondo dolor y la cólera emocional <strong>que</strong> ella experimentó en<br />

a<strong>que</strong>l momento. Como <strong>con</strong>secuencia de ello, se desarrolló en su psi<strong>que</strong> una "zona<br />

muerta" relacionada <strong>con</strong> la angustia de su marido, <strong>con</strong> la suya propia y <strong>con</strong> su<br />

cólera <strong>con</strong>tra el estigma cultural <strong>que</strong> a<strong>que</strong>l<strong>los</strong> hechos llevaban aparejados.<br />

La mujer permitió <strong>que</strong> la familia de su marido la traicionara accediendo a<br />

no revelar jamás <strong>los</strong> ma<strong>los</strong> tratos <strong>que</strong> ésta había infligido a su esposo a lo largo<br />

de <strong>los</strong> años. Y cada año, al llegar el aniversario del suicidio, la familia guardaba<br />

un silencio absoluto. Nadie la llamaba para preguntarle: "¿Cómo estás?, ¿necesitas<br />

compañía?, ¿lo echas de menos? Estoy seguro de <strong>que</strong> sí. ¿Quieres <strong>que</strong> salgamos<br />

a dar una vuelta por ahí? " Año tras año la mujer volvía a cavar una vez más<br />

la tumba de su marido y sola enterraba en ella su dolor.<br />

Al final, empezó a evitar la celebración de otros a<strong>con</strong>tecimientos: aniversarios<br />

y cumpleaños, incluido el suyo. La zona muerta se extendió desde el centro<br />

del secreto hacia fuera, cubriendo no sólo las <strong>con</strong>memoraciones sino también las<br />

celebraciones. La mujer despreciaba todos <strong>los</strong> a<strong>con</strong>tecimientos familiares y de<br />

amistad, tachándo<strong>los</strong> de pérdida de tiempo.<br />

Para su in<strong>con</strong>ciente, sin embargo, se trataba de unos gestos vacíos, pues<br />

nadie se había acercado a ella en sus momentos de desesperación. Su padecimiento<br />

crónico causado por la ocultación de a<strong>que</strong>l doloroso secreto había devorado<br />

la zona de la psi<strong>que</strong> <strong>que</strong> gobierna la capacidad de relación. Muy a menudo<br />

herimos a <strong>los</strong> demás en el mismo lugar donde nosotras hemos sido heridas o muy<br />

cerca de él.<br />

Sin embargo, para <strong>con</strong>servar todos <strong>los</strong> instintos y las aptitudes <strong>que</strong> le permiten<br />

moverse libremente en el interior de la psi<strong>que</strong>, la mujer puede revelar su<br />

secreto o sus secretos a una persona de <strong>con</strong>fianza y volver<strong>los</strong> a <strong>con</strong>tar todas las<br />

veces <strong>que</strong> sea necesario. Una herida no suele desinfectarse una sola vez sino <strong>que</strong><br />

se cura y lava varias veces hasta <strong>que</strong> cicatriza.<br />

Cuando finalmente se revela un secreto, el alma necesita algo más <strong>que</strong> una<br />

simple respuesta del tipo "¿De veras? Pues qué lástima" o "Bueno, ya se sabe, así<br />

es la vida", tanto por parte del <strong>que</strong> lo cuenta como del <strong>que</strong> lo escucha. El <strong>que</strong> lo<br />

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