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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

Había una vez, hace unos días, el hombre <strong>que</strong> vivía camino abajo aún poseía<br />

una enorme piedra <strong>que</strong> molía el trigo de <strong>los</strong> aldeanos y lo <strong>con</strong>vertía en harina.<br />

El molinero estaba pasando por una mala época, pues sólo le <strong>que</strong>daba la áspera<br />

y enorme muela <strong>que</strong> guardaba en un cobertizo y un precioso manzano florido <strong>que</strong><br />

crecía detrás de éste.<br />

Un día en <strong>que</strong> se fue al bos<strong>que</strong> <strong>con</strong> su hacha de plateado filo para cortar<br />

leña, apareció un extraño viejo de detrás de un árbol.<br />

—No hace falta <strong>que</strong> te atormentes cortando leña —graznó el viejo—. Te cubriré<br />

de ri<strong>que</strong>zas si me das lo <strong>que</strong> hay detrás de tu molino.<br />

"¿Y qué otra cosa hay detrás de mi molino sino el manzano florido?", se<br />

preguntó el molinero, <strong>que</strong> aceptó el trato del viejo.<br />

—Dentro de tres años vendré a llevarme lo <strong>que</strong> es mío —dijo el forastero<br />

soltando una carcajada mientras se alejaba ren<strong>que</strong>ando entre <strong>los</strong> árboles.<br />

El molinero se tropezó <strong>con</strong> su mujer por el camino. Había huido a 1 toda<br />

prisa de la casa <strong>con</strong> el delantal volando al viento y el cabello alborotado.<br />

—Esposo mío, al dar la hora apareció en la pared de nuestra casa un soberbio<br />

reloj, nuestras rústicas sillas fueron sustituidas por otras tapizadas de<br />

terciopelo, en nuestra pobre despensa abundan las piezas de caza y nuestras arcas<br />

y cajas están llenas a rebosar. Te suplico <strong>que</strong> me digas cómo ha podido suceder<br />

tal cosa.<br />

Justo en a<strong>que</strong>l momento unas sortijas de oro aparecieron en sus dedos y<br />

su cabello <strong>que</strong>dó recogido <strong>con</strong> una diadema dorada.<br />

—¡Oh! —exclamó el molinero, <strong>con</strong>templando <strong>con</strong> asombro cómo su pobre<br />

jubón se transformaba en una prenda de raso. Ante sus ojos sus zuecos de madera<br />

<strong>con</strong> <strong>los</strong> desgastados ta<strong>con</strong>es se <strong>con</strong>virtieron en unos espléndidos zapatos—.<br />

Eso es obra del forastero —dijo <strong>con</strong> la voz entrecortada por la emoción—. En el<br />

bos<strong>que</strong> me tropecé <strong>con</strong> un hombre muy extraño vestido de negro <strong>que</strong> me prometió<br />

ri<strong>que</strong>zas sin cuento si yo le daba lo <strong>que</strong> hay detrás del molino. Ya plantaremos<br />

otro manzano, esposa mía.<br />

—¡Oh, esposo mío! —gimió la mujer, mirándole como si acabaran de asestarle<br />

un golpe mortal—. El hombre vestido de negro era el demonio y es cierto <strong>que</strong><br />

lo <strong>que</strong> hay detrás del molino es un árbol, pero ahora nuestra hija también está<br />

allí, barriendo el patio <strong>con</strong> una escoba de ramas de sauce.<br />

Los des<strong>con</strong>solados padres regresaron a toda prisa a casa derramando<br />

amargas lágrimas sobre sus ricos ropajes. Su hija se pasó tres años sin en<strong>con</strong>trar<br />

marido a pesar de <strong>que</strong> su carácter era tan dulce como las primeras manzanas<br />

primaverales. El día en <strong>que</strong> el demonio acudió a buscarla, la joven se bañó, se<br />

vistió <strong>con</strong> una túnica blanca y permaneció de pie en el centro del círculo de tiza<br />

<strong>que</strong> había trazado a su alrededor. Cuando el demonio alargó la mano para agarrarla,<br />

una fuerza invisible lo arrojó al otro lado del patio.<br />

—No tiene <strong>que</strong> volver a bañarse —gritó el demonio—, de lo <strong>con</strong>trario, no<br />

podré acercarme a ella.<br />

Los padres y la hija se asustaron. Pasaron varias semanas en cuyo transcurso<br />

la hija no se bañó, por cuyo motivo tenía todo el cabello pegajoso, las uñas<br />

orladas de negro, la piel grisácea y la ropa tiesa y ennegrecida a causa de la suciedad.<br />

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