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Mujeres que corren con los lobos

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> <strong>que</strong> <strong>corren</strong> <strong>con</strong> <strong>los</strong> <strong>lobos</strong><br />

cia de nuestra belleza natural. Como las demás criaturas, nos limitamos a existir<br />

y así es como debe ser.<br />

En el caso de las mujeres, esta bús<strong>que</strong>da y este hallazgo se basan en la<br />

misteriosa pasión <strong>que</strong> sienten por lo <strong>que</strong> es salvaje, por lo <strong>que</strong> ellas mismas son<br />

<strong>con</strong> carácter innato. El objeto de este anhelo lo hemos denominado aquí la Mujer<br />

Salvaje, pero, incluso cuando ignoran su nombre y ni siquiera saben dónde vive,<br />

las mujeres se esfuerzan por ir a su encuentro y la aman <strong>con</strong> todo su corazón. La<br />

añoran y esta añoranza es a un tiempo motivación y locomoción. Este anhelo es<br />

el <strong>que</strong> nos induce a buscar y en<strong>con</strong>trar a la Mujer Salvaje. No es tan difícil como<br />

podría parecer a primera vista, pues la Mujer Salvaje también nos está buscando<br />

a nosotras. Nosotras somos sus hijas.<br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

El Zigoto Equivocado<br />

A lo largo de todos <strong>los</strong> años de ejercicio de mi profesión he comprendido<br />

<strong>que</strong> a veces esta cuestión de la pertenencia tiene <strong>que</strong> ser abordada <strong>con</strong> un talante<br />

más ligero, pues la frivolidad puede aliviar en parte el dolor de una mujer. Empecé<br />

a <strong>con</strong>tar a mis clientas este cuento <strong>que</strong> yo me inventé, titulado "El Zigoto<br />

Equivocado", para ayudarlas sobre todo a <strong>con</strong>templar su <strong>con</strong>dición de forasteras<br />

<strong>con</strong> una metáfora más poderosa. El cuento dice así:<br />

¿Te has preguntado alguna vez cómo te las arreglaste para acabar en una<br />

familia tan rara como la tuya? Si has vivido tu existencia como una forastera,<br />

como una persona ligeramente extraña o distinta, si eres una solitaria y vives al<br />

borde de la corriente principal, tú has sufrido. Y, sin embargo, también llega un<br />

momento en <strong>que</strong> hay <strong>que</strong> alejarse remando de todas estas cosas, <strong>con</strong>ocer otra<br />

posición estratégica, emigrar a la tierra <strong>que</strong> nos corresponde.<br />

Deja ya de sufrir y de intentar averiguar dónde fallaste. El misterio del porqué<br />

naciste como hija de quienquiera <strong>que</strong> sea ha terminado, finis, se acabó. Descansa<br />

un momento en la proa y refréscate <strong>con</strong> el viento <strong>que</strong> sopla desde tu patria.<br />

Durante muchos años las mujeres <strong>que</strong> llevan la mítica vida del ar<strong>que</strong>tipo<br />

de la Mujer Salvaje se han preguntado llorando en silencio: "¿ Por qué soy tan<br />

distinta? ¿Por qué nací en una familia tan extraña [o insensible)?" Dondequiera<br />

<strong>que</strong> sus vidas quisieran brotar, había alguien <strong>que</strong> echaba sal en la tierra para<br />

<strong>que</strong> no pudiera crecer nada. Se sentían torturadas por todas las prohibiciones<br />

<strong>que</strong> iban en <strong>con</strong>tra de sus deseos naturales. Si eran hijas de la naturaleza, las<br />

mantenían bajo un techo. Si eran unas científicas, les decían <strong>que</strong> tenían <strong>que</strong> ser<br />

madres. Si <strong>que</strong>rían ser madres, les decían <strong>que</strong> no encajaban en absoluto <strong>con</strong> la<br />

idea. Si <strong>que</strong>rían inventar algo, les decían <strong>que</strong> fueran prácticas. Si <strong>que</strong>rían crear,<br />

les decían <strong>que</strong> las tareas domésticas de una mujer nunca terminan.<br />

A veces intentaban ser buenas y adaptarse a las pautas imperantes sin<br />

darse cuenta hasta más tarde de lo <strong>que</strong> realmente <strong>que</strong>rían y de lo mucho <strong>que</strong> necesitaban<br />

vivir. Después, para poder tener una vida, experimentaban las dolorosas<br />

amputaciones de dejar a sus familias, <strong>los</strong> matrimonios <strong>que</strong> habían jurado<br />

<strong>con</strong>servar hasta la muerte, <strong>los</strong> trabajos <strong>que</strong> hubieran tenido <strong>que</strong> ser <strong>los</strong> trampolines<br />

hacia algo más entontecedor pero mejor remunerado. Dejaban <strong>los</strong> sueños diseminados<br />

por todo el camino.<br />

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