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INTRODUCCIÓN: DE LA FOTOGRAFÍA EN ARQUEOLOGÍA<br />

Hace ya bastante tiempo que Aristóteles señaló cómo no po<strong>de</strong>mos pensar sin <strong>la</strong>s imágenes, el hecho<br />

<strong>de</strong> que nuestros pensamientos se generan y estructuran gracias a el<strong>la</strong>s (De anima, III, 8). Su reflexión nos<br />

acerca a una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s premisas fundamentales <strong>de</strong> este trabajo: <strong>la</strong> consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> hasta qué punto <strong>la</strong> fotografía<br />

ha influido en nuestra actividad diaria como arqueólogos, como historiadores. Aunque po<strong>de</strong>mos<br />

valorar con c<strong>la</strong>ridad <strong>la</strong> importancia que este aspecto pue<strong>de</strong> tener en cualquier disciplina científica y, <strong>de</strong><br />

manera más específica, en una con un alto componente visual como <strong>la</strong> nuestra, es también cierta <strong>la</strong> escasa<br />

atención que tradicionalmente se ha prestado a este aspecto. A primera vista tan sólo po<strong>de</strong>mos intuir<br />

algunos <strong>de</strong> los efectos que <strong>la</strong> llegada <strong>de</strong>l irreversible testimonio <strong>de</strong> <strong>la</strong> imagen fotográfica tuvo en nuestra<br />

ciencia. A valorar cómo se produjo <strong>la</strong> incorporación <strong>de</strong> este documento en <strong>la</strong> Arqueología españo<strong>la</strong> y a<br />

analizar, en lo posible, sus resultados o consecuencias entre 1860 y 1960 está <strong>de</strong>dicado este trabajo.<br />

Analizar este aspecto remite, sin embargo, a varios universos. Se trata, en <strong>de</strong>finitiva, <strong>de</strong> hi<strong>la</strong>r un<br />

tejido con cabos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> varios campos. En primer lugar <strong>de</strong> <strong>la</strong> propia Historia <strong>de</strong> nuestra disciplina,<br />

que experimentó en los años que analizamos su lenta profesionalización, <strong>la</strong> llegada a <strong>la</strong> Universidad,<br />

<strong>la</strong> promulgación <strong>de</strong> <strong>la</strong>s primeras leyes que <strong>la</strong> regu<strong>la</strong>ban, su azarosa institucionalización, etc.<br />

Fueron, en <strong>de</strong>finitiva, los años en que se avanzó hacia <strong>la</strong> progresiva <strong>de</strong>finición y estructuración <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Arqueología en España. Pero también, y en segundo lugar, resulta necesario consi<strong>de</strong>rar el contexto social<br />

y político en que dicho proceso tuvo lugar, <strong>la</strong> interesante Historia <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciencia españo<strong>la</strong>. De igual<br />

manera consi<strong>de</strong>rábamos también fundamental acercarnos al complejo universo fotográfico, <strong>la</strong> naturaleza<br />

<strong>de</strong> este medio, que paliaba <strong>la</strong> fundamental formación textual <strong>de</strong> los arqueólogos. El hecho <strong>de</strong> que,<br />

como apuntó Raphael Samuel (Burke, 2001, 12), los historiadores seamos aún “analfabetos visuales”<br />

educados fundamentalmente para analizar y cuestionar <strong>la</strong> tradición escrita.<br />

En <strong>la</strong> década <strong>de</strong> los años 80 se produjeron los primeros estudios significativos sobre Historia <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Arqueología. Entre éstos po<strong>de</strong>mos citar los, sin duda, pioneros trabajos <strong>de</strong> Glyn Daniel (1974; 1981),<br />

F. Jensen (1975) o Carbonell (1976). Otras recientes investigaciones han contribuido a configurar <strong>la</strong> historia<br />

–o historias– <strong>de</strong> <strong>la</strong> Arqueología como un campo <strong>de</strong> estudio con entidad propia, indicativo –tal y<br />

como se ha seña<strong>la</strong>do– <strong>de</strong> <strong>la</strong> madurez <strong>de</strong> nuestra disciplina 1 . Sin embargo, habría que esperar aún algunos<br />

años para que una reflexión simi<strong>la</strong>r se tras<strong>la</strong>dase a España, tuviese eco y provocase reflexiones y <strong>la</strong> necesaria<br />

discusión científica. No obstante, y como se ha seña<strong>la</strong>do recientemente, ya no es necesario comenzar<br />

con una justificación al presentar en nuestro país un libro sobre historiografía (Forca<strong>de</strong>ll, Peiró,<br />

2002, 5). La actual proliferación <strong>de</strong> este tipo <strong>de</strong> estudios parece apuntar en esta perspectiva 2 .<br />

1 Ver, entre otros, los trabajos <strong>de</strong> TRIGGER (1989), MALINA y VASÍCEK (1990), ARCE y OLMOS (1991), CORTADELLA (1991), AYARZAGÜENA<br />

(1992), SCHNAPP (1993), KOHL y FAWCETT (1995), GRAN-AYMERICH (1998), PERRIN-SAMINADAYAR (2001), ROMER (2001), KAESAR<br />

(2004) y SCHLANGER y NORDBLADH (2004).<br />

2 Sobre los estudios <strong>de</strong> Historia <strong>de</strong> <strong>la</strong> Arqueología en España, ver el necesario estado <strong>de</strong> <strong>la</strong> cuestión en MAIER (2005, e.p.) y, entre otros,<br />

PASAMAR y PEIRÓ (1987), JIMÉNEZ (1993), MORA y DÍAZ-ANDREU (1995; 1997), ORTIZ DE URBINA (1996), MORA (1998b), BELÉN y<br />

BELTRÁN (2002), DÍAZ-ANDREU (2002), QUERO y PÉREZ (coords., 2002), ALMAGRO-GORBEA y MAIER (2003), CORTADELLA (2003),<br />

AYARZAGÜENA y MORA (eds., 2004), WULFF (2004), PLÁCIDO (2005), AYARZAGÜENA (ed., 2006) y CORTADELLA, DÍAZ-ANDREU y MORA<br />

(coords., 2006, e.p.).<br />

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