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tinuaba <strong>de</strong>fendiendo <strong>la</strong> traducción exacta que <strong>la</strong> fotografía suponía <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad: “Con <strong>la</strong> fotografía, con<br />
el vaciado, llega a ser mecánica <strong>la</strong> captación <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad” (Gómez-Moreno, 1949b, 189). Por el contrario,<br />
para el gran historiador, el dibujo era <strong>la</strong> muestra <strong>de</strong> <strong>la</strong> abstracción realizada por el hombre.<br />
Especialmente significativo resulta también el caso <strong>de</strong> G. Menén<strong>de</strong>z Pidal. En 1959 escribió un<br />
artículo, en <strong>la</strong> hoy <strong>de</strong>saparecida Revista <strong>de</strong> Archivos, Bibliotecas y Museos, cuyo objetivo principal era animar<br />
a los historiadores a que practicaran <strong>la</strong> fotografía. El investigador seña<strong>la</strong>ba, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su evi<strong>de</strong>nte familiaridad<br />
con el medio fotográfico, cómo era “imprescindible que el historiador sepa <strong>de</strong> fotografía”.<br />
No servía con que “<strong>la</strong>s encargue” y admitía, incluso, cómo dirigía sus páginas “a los que no emplean <strong>la</strong><br />
fotografía porque <strong>la</strong> creen difícil” (Menén<strong>de</strong>z Pidal, 1959, 766). Su testimonio resulta <strong>de</strong> gran vali<strong>de</strong>z<br />
por su conocimiento <strong>de</strong>l panorama histórico español.<br />
Un buen indicador <strong>de</strong> los ritmos <strong>de</strong> adopción <strong>de</strong> <strong>la</strong> fotografía son <strong>la</strong>s frecuentes referencias <strong>de</strong>l<br />
tipo: “<strong>la</strong> prueba está en <strong>la</strong> toma” o “como se advierte en <strong>la</strong> fotografía”. Dichas menciones indican cómo<br />
<strong>la</strong> fotografía era aún un medio poco asentado y se creía necesario l<strong>la</strong>mar <strong>la</strong> atención sobre su presencia<br />
y <strong>la</strong> vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su testimonio. Conforme se fue incorporando <strong>de</strong> forma normal comenzó a parecer innecesario<br />
referirse a el<strong>la</strong> <strong>de</strong> manera recurrente: el discurso ya se había configurado teniéndo<strong>la</strong> en cuenta<br />
y existía <strong>la</strong> costumbre <strong>de</strong> acudir a el<strong>la</strong> durante <strong>la</strong> exposición o lectura <strong>de</strong> cualquier teoría. No se hacía<br />
mención explícita porque formaba ya parte habitual <strong>de</strong>l discurso.<br />
En cualquier caso, resulta muy interesante <strong>la</strong> ausencia <strong>de</strong> una reflexión sobre los peligros que <strong>la</strong><br />
fotografía podía conllevar y el hecho <strong>de</strong> que, al menos parte <strong>de</strong> los investigadores, advirtiesen <strong>de</strong>l cuidado<br />
con que se <strong>de</strong>bían manejar los documentos fotográficos. Algunas leves indicaciones que a continuación<br />
mencionaremos parecen apuntar en esta dirección. Sin embargo, estas dudas no fueron expresadas<br />
c<strong>la</strong>ramente ni tratadas específicamente como en otros países. La fotografía seguía siendo, posiblemente,<br />
un po<strong>de</strong>roso instrumento en sus trabajos.<br />
Mayoritariamente, <strong>la</strong> fotografía se esgrimió en España como “prueba concluyente” para casi cualquier<br />
discusión, sin una crítica significativa hacia sus peligros. Llegó y se generalizó más tar<strong>de</strong> que en<br />
Europa y su incorporación estuvo más tiempo revestida <strong>de</strong> un indudable prestigio, vincu<strong>la</strong>da a los avances<br />
mo<strong>de</strong>rnos que España quería alcanzar. Todos estos factores habrían coadyuvado a que, durante mucho<br />
tiempo, persistiese <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que <strong>la</strong> fotografía era el mejor útil <strong>de</strong> conocimiento.<br />
Ciertos testimonios permiten observar cómo había personas, habituales practicantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> fotografía,<br />
que intuyeron el sesgo que podía introducir. Algunas significativas voces individuales sí alertaron,<br />
como A. Fernán<strong>de</strong>z Avilés. En su estudio sobre <strong>la</strong>s esculturas ibéricas <strong>de</strong>l Cerro <strong>de</strong> los Santos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
colección Ve<strong>la</strong>sco el investigador seña<strong>la</strong>ba: “nos hemos reducido a presentar con sencillez los ejemp<strong>la</strong>res<br />
intentando un “<strong>de</strong>spiece” <strong>de</strong> elementos y consignando algunas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s elementales observaciones que<br />
acerca <strong>de</strong> sus caracteres técnicos nos sugería su contemp<strong>la</strong>ción directa”. El <strong>de</strong>spiece al que hace ilusión<br />
no era sino su “<strong>de</strong>sglose” fotográfico, que permitía una información más completa. Pero el investigador<br />
añadía: “circunstancia ésta que <strong>de</strong>be tenerse en cuenta, siempre que sea posible, al estudiar en el futuro<br />
el resto <strong>de</strong> <strong>la</strong> serie, ya que, pese al valor documental que una buena fotografía supone, con frecuencia<br />
“disfraza” los objetos <strong>de</strong> esta especie, mejorándolos en grado que pue<strong>de</strong> engendrar confusión. Así,<br />
<strong>la</strong> cabeza <strong>de</strong> <strong>la</strong> supuesta peluca <strong>de</strong> trenzas parece, a juzgar por <strong>la</strong> reproducción <strong>de</strong> frente, <strong>de</strong> un arte más<br />
suelto <strong>de</strong>l que en realidad tiene” (Fernán<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Avilés, 1943b, 382). El investigador subrayaba cómo<br />
sus hipótesis se basaban en <strong>la</strong>s sugerencias que le habían provocado <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ción directa <strong>de</strong> <strong>la</strong>s piezas<br />
–y no <strong>la</strong>s fotografías– que, advertía, modificaban <strong>la</strong> realidad.<br />
En su Introducción al estudio <strong>de</strong> <strong>la</strong> Prehistoria y <strong>de</strong> <strong>la</strong> Arqueología <strong>de</strong> campo, M. Almagro Basch<br />
también parece haber comprendido que el documento fotográfico podía ofrecer un testimonio “variable”.<br />
Así, afirmaba cómo el director <strong>de</strong>bía “hacer trabajar <strong>la</strong>s máquinas fotográficas al servicio exclusivo<br />
e insustituible <strong>de</strong> informar al futuro lector <strong>de</strong> <strong>la</strong> excavación <strong>de</strong> una manera tan completa y real como<br />
sea posible” 436 (Almagro, 1967, 260). Así pues, admitía ve<strong>la</strong>damente que <strong>la</strong> imagen fotográfica podía no<br />
ajustarse a <strong>la</strong> realidad tal cual, como habían <strong>de</strong>fendido los investigadores <strong>de</strong>cimonónicos.<br />
436 La cursiva es nuestra.<br />
Conclusiones<br />
415