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La fotografía en <strong>la</strong> Arqueología Españo<strong>la</strong><br />

En este discurso, el arqueológico, <strong>la</strong> imagen fotográfica hizo siempre ga<strong>la</strong> <strong>de</strong> su valor polisémico.<br />

En efecto, una misma imagen pudo incluirse en argumentaciones diferentes a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong>l tiempo. Si<br />

tomamos como ejemplo <strong>la</strong>s esculturas ibéricas el recorrido parece sumamente interesante. Sirvieron, en<br />

efecto, como prueba en discursos muy diferentes, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se <strong>de</strong>scubrieron a finales <strong>de</strong>l siglo XIX hasta<br />

los años 60 <strong>de</strong>l siglo XX. De egipcias con De <strong>la</strong> Rada, a bizantinas con Amador <strong>de</strong> los Ríos a ibéricas<br />

con, entre otros, Mélida y Bosch o hispánicas con Gómez-Moreno, Cabré, Mata Carriazo y Fernán<strong>de</strong>z<br />

<strong>de</strong> Avilés. Las diferentes teorías tras <strong>la</strong> posguerra <strong>la</strong>s convertirían en productos cercanos al arte<br />

provincial romano con García y Bellido (1943) y su categoría como un arte diferenciado les fue, incluso,<br />

negado (Martínez Santa-O<strong>la</strong>l<strong>la</strong>, 1946). Iguales osci<strong>la</strong>ciones experimentó <strong>la</strong> cerámica ibérica: <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s interpretaciones micénicas <strong>de</strong> Furtwaengler y Paris a los débitos con lo cartaginés seña<strong>la</strong>dos por Siret<br />

o <strong>la</strong> influencia griega <strong>de</strong> Cazurro y Bosch.<br />

En su interesante trabajo sobre <strong>la</strong>s miradas que se han acercado a <strong>la</strong> Dama <strong>de</strong> Elche, P. Witte, fotógrafo<br />

<strong>de</strong>l Instituto Arqueológico Alemán <strong>de</strong> Madrid, situaba <strong>la</strong> escultura entre <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> arte cuya<br />

especial atracción hace que permanezcan grabadas en <strong>la</strong> memoria visual colectiva. Des<strong>de</strong> 1897 <strong>la</strong> pieza<br />

fue objeto <strong>de</strong> muy variados acercamientos. A partir <strong>de</strong> <strong>la</strong>s primeras fotografías <strong>de</strong> <strong>la</strong> Dama por Pedro<br />

Ibarra y Ruiz, Witte <strong>de</strong>staca cómo <strong>la</strong> ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> muchas fotografías tomadas habría sido ocultar los<br />

<strong>de</strong>fectos y <strong>de</strong>stacar <strong>la</strong>s perspectivas más vistosas <strong>de</strong> <strong>la</strong> pieza. Todo ello, en retratos sucesivos en los que<br />

ha primado el paseo alre<strong>de</strong>dor, el juego <strong>de</strong> iluminaciones y encuadres diversos que subrayan y acentúan<br />

diferentes caracteres <strong>de</strong> <strong>la</strong> Dama. Basándose en su di<strong>la</strong>tada experiencia en el arte <strong>de</strong> “mirar” lo ibérico<br />

Witte transmitía su opinión <strong>de</strong> que <strong>la</strong> escultura “a pesar <strong>de</strong> haber sido posiblemente un objeto <strong>de</strong><br />

culto o veneración, es el retrato vivo <strong>de</strong> una dama ibérica que posó como mo<strong>de</strong>lo para el busto. Es un<br />

retrato particu<strong>la</strong>r perfumado con el olor <strong>de</strong> santidad por sus <strong>de</strong>scubridores y sus admiradores”. Habríamos<br />

sido nosotros, en buena parte, quienes habríamos creado el halo <strong>de</strong> santidad que <strong>la</strong> hace aparecer<br />

como diosa (Witte, 1997, 50).<br />

Las diferentes visiones, <strong>la</strong>s osci<strong>la</strong>ciones, permiten comprobar cómo el valor <strong>de</strong> cada imagen <strong>de</strong>pen<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>l texto en que se inserta y, muy directamente, <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong> fotografía que se le otorga. Pero, también,<br />

<strong>de</strong> su interre<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong>s otras imágenes <strong>de</strong>l trabajo. En este sentido, según el frecuente método<br />

comparatista, el valor <strong>de</strong> cada imagen, su adscripción cronológica y cultural <strong>de</strong>pendía siempre <strong>de</strong> los<br />

paralelos que el autor ofrecía para su comparación. La interpretación y, por tanto, el valor concreto <strong>de</strong><br />

cada imagen, <strong>de</strong>pendía siempre <strong>de</strong> una compleja interre<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> imágenes y mensajes que el autor aprendió<br />

a dominar cada vez más.<br />

La difusión <strong>de</strong> lo ibérico mediante fotografías ha hecho que reconozcamos un nuevo objeto como<br />

perteneciente a esta cultura si se adapta a los cánones y estereotipos que existen sobre el<strong>la</strong>. Por eso cuesta<br />

tanto reconocer un nuevo objeto u estructura que no se adapta a ese imaginario: escapa a <strong>la</strong> percepción<br />

–fotográfica– <strong>de</strong> esa cultura. Por eso, también, cuando un nuevo resto se reconoce como ibérico<br />

surgen inmediatamente nuevos ejemplos que se adaptan a ese nuevo paradigma que ya ha sido <strong>de</strong>finido,<br />

“reconocido”. Faltaba, para su correcta interpretación, <strong>de</strong>finirlo y consensuarlo, ajustarlo a <strong>la</strong> convención<br />

–en gran parte visual– <strong>de</strong> qué es lo ibérico.<br />

Tras este recorrido entre 1860 y 1960 po<strong>de</strong>mos seña<strong>la</strong>r cómo el discurso arqueológico, <strong>la</strong> retórica<br />

por <strong>la</strong> que <strong>la</strong>s hipótesis históricas se exponían, se había transformado. Las imágenes fotográficas habían<br />

pasado, a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong>l período, <strong>de</strong> “invitadas” prescindibles a requisitos fundamentales. En el discurso arqueológico<br />

aseguraron el seguimiento y <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> <strong>la</strong>s teorías. El dibujo, aunque importante, ofrecía<br />

otros datos o corroboraba <strong>la</strong> veracidad que <strong>la</strong> fotografía aportaba. En los estudios ibéricos, como en<br />

los <strong>de</strong> cualquier otra cultura, sería ya inconcebible, en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, un discurso sin imágenes.<br />

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