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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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¿Hay necesidad de indicar que, siendo el gozo y la<br />

tribulación el objeto del abandono, ofrecerá esta última con<br />

más frecuencia la ocasión de ejercitarse? Todos sabemos por<br />

dolorosa experiencia, que la tierra es un valle de lágrimas y<br />

que nuestras alegrías son raras y fugitivas.<br />

Señalemos aquí dos ilusiones posibles:<br />

1ª Ciertas almas forman grandes proyectos de servir a Dios<br />

con acciones y sufrimientos extraordinarios cuya ocasión<br />

jamás llega a presentarse, y mientras abrazan con la<br />

imaginación cruces que no existen, rechazan con empeño las<br />

que la Providencia les envía en el momento presente, y que,<br />

sin embargo, son menores. ¿No es una deplorable tentación el<br />

ser tan valeroso en espíritu y tan débil en realidad? ¡Líbrenos<br />

Dios de estos ardores imaginarios, que fomentan con<br />

frecuencia la secreta estima de nosotros mismos! En lugar de<br />

alimentarnos de quimeras, permanezcamos en nuestro<br />

abandono, poniendo todo nuestro cuidado en santificar<br />

plenamente la prueba real, o sea, la del momento presente.<br />

2ª Sería una ilusión muy perjudicial despreciar o tener en<br />

poco nuestras cruces diarias, porque son pequeñas. Todas<br />

son ciertamente muy insignificantes; mas, como son, por<br />

decirlo así, de cada momento, por su mismo número aportan<br />

al alma fiel una enorme mina de sacrificios y de méritos. Por<br />

una parte, nada impide recibirlas con mucha fe, amor y<br />

generosidad; y de esta manera la bondad de nuestras<br />

disposiciones les dará un valor inestimable a los ojos de Dios.<br />

Cierto que las grandes cruces, llevadas con amor grande<br />

también, nos acarrearían más méritos y recompensa, pero son<br />

raras. El orgullo y el buscarse a sí mismo se deslizan en ellas<br />

más fácilmente y «de ordinario esas acciones eminentes se<br />

hacen con menos caridad», mientras que el amor y las otras<br />

santas disposiciones son las que «dan precio y valor a todas<br />

nuestras obras». Estimemos, pues, las cruces grandes, pero<br />

guardémonos de menospreciar las pruebas vulgares y<br />

ordinarias, porque de ellas hemos de sacar más provecho.<br />

«Practiquemos la conformidad con la voluntad de Dios -dice el<br />

P. Dosda- en todos sus pormenores, por ejemplo: a propósito<br />

de la humillación ocasionada por un olvido o por una torpeza,<br />

a propósito de una mosca inoportuna, de un perro que ladra,<br />

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