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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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su nombre", que es su Unigénito Hijo Jesús, "ha dirigido mis<br />

pasos por el sendero de la justicia". Y ahora, Maestro mío, mi<br />

guía, mi madre Providencia, "aun cuando debiera atravesar las<br />

sombras de la muerte, no temería mal alguno, porque tú estás<br />

conmigo. Tu vara -que me indica el camino-, y aun tu báculo<br />

-que me hiere para volverme hacia él cuando me consuela .<br />

Sí, el abandono produce la paz, una paz profunda, perfecta, y<br />

-por decirlo así-, imperturbable.»<br />

«A la verdad -dice el P. Saint-Jure- las almas que siguen<br />

este camino -del Santo Abandono-, disfrutan de una paz<br />

inalterable y pasan su vida en una paz que sólo ellas pueden<br />

comprender y que no seria posible hallar en otro lugar de la<br />

tierra. Refiere Santa Catalina de Sena que Nuestro Señor la<br />

enseñaba a construir un retiro en su corazón con la piedra<br />

durísima de la Providencia divina y a permanecer allí<br />

constantemente encerrada, porque de esta manera tenía la<br />

seguridad de ser feliz, de encontrar el verdadero reposo del<br />

alma y de estar al abrigo de todas las tribulaciones y de todas<br />

las tempestades. Y, en efecto, ¿puede concebirse un estado<br />

más feliz que aquel en que el alma es llevada, reposa y se<br />

duerme como un niño en brazos de la amorosa y<br />

todopoderosa Providencia divina?» ¿Queréis otra imagen bien<br />

clara de la felicidad de esta alma? Considerad a Noé durante<br />

el diluvio: «Permanecía en paz en el arca con los leones, los<br />

tigres y los osos, porque Dios le conducía, mientras que todos<br />

los demás, en la más espantosa confusión de cuerpo y de<br />

espíritu, eran sumergidos sin piedad en las olas. Así, el alma<br />

que se abandona a la Providencia, que le deja el timón de su<br />

barca, goza de una paz perfecta en medio de todas las<br />

perturbaciones, boga con tranquilidad por el océano de esta<br />

vida, en tanto que las "almas indisciplinadas", esclavas,<br />

fugitivas y rebeldes a la Providencia, están en agitación<br />

continua, y no contando con más piloto que su voluntad ciega<br />

e inconstante, después de haber sido por largo tiempo juguete<br />

de los vientos y de la tempestad, terminan con un lamentable<br />

naufragio.»<br />

En efecto, dice Monseñor Gay, «¿qué cosa os turba?» No<br />

hablo de la turbación que agita la superficie; pues por poco<br />

sensible que uno sea no podrá verse libre de ella; hablo de la<br />

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