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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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dispuesta a padecer cualquier pena de espíritu o de cuerpo,<br />

cualquier desolación, cualquier dolor, enfermedad, deshonra o<br />

persecución, pidiéndole siempre os dé fuerzas para hacer en<br />

todo su santa voluntad.» Sin embargo, por nuestra parte no<br />

aconsejaríamos de ordinario pedir a Dios pruebas; creemos<br />

también que en lugar de considerar las cruces de un modo<br />

particular, será más prudente aceptar en general las que Dios<br />

nos destine, confiándonos a su bondad y discreción. «No<br />

olvidéis -continúa San Alfonso este excelente consejo que dan<br />

los maestros de espíritu, a saber: cuando sucede alguna grave<br />

adversidad, entonces no hay materia más propia para la<br />

oración, y por consiguiente para hacer repetidos actos de<br />

resignación, como tomar objeto de ella la misma tribulación<br />

que ha sobrevenido. Este ha sido el continuo ejercicio de los<br />

santos, conformar su voluntad con la de Dios. San Pedro de<br />

Alcántara lo practicaba aun durante el sueño. Santa Gertrudis<br />

repetía trescientas veces al día: Jesús mío, no se haga mi<br />

voluntad sino la vuestra.» San Francisco de Sales<br />

recomendaba a Santa Juana de Chantal «que hiciera un<br />

ejercicio particular de querer y de amar la voluntad de Dios<br />

más enérgicamente, con más ternura y con más amor que a<br />

ninguna cosa del mundo; y esto no tan sólo en las<br />

circunstancias soportables, sino en las más insoportables.<br />

Poned vuestros ojos en la voluntad general de Dios con la que<br />

quiere todas las obras de su misericordia y de su justicia en el<br />

cielo, en la tierra, bajo la tierra; y con profunda humildad<br />

aprobad, alabad y después amad esta santa voluntad<br />

enteramente equitativa y bella en extremo. Poned vuestros<br />

ojos en la voluntad especial de Dios, con la cual ama a los<br />

suyos; considerad la variedad de consolaciones, pero sobre<br />

todo de tribulaciones que los buenos sufren, y después con<br />

grande humildad aprobad, alabad y amad esta voluntad.<br />

Considerad esta voluntad en vuestra persona, en todo cuanto<br />

os acontezca y puede aconteceros de bueno y malo,<br />

exceptuando el pecado; después aprobad, alabad y amad<br />

todo esto, protestando que queréis eternamente honrar, amar,<br />

adorar esta soberana voluntad, entregando a merced suya<br />

vuestra persona, a todos. los vuestros, y a mí entre ellos.<br />

Terminad por último con una ilimitada confianza de que esta<br />

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