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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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añade: «Las personas consagradas al amor de Jesucristo<br />

están y quieren estar enfermas.»<br />

Las múltiples impotencias debidas a la enfermedad son<br />

otra prueba muy crucificante. Con más o menos frecuencia y<br />

extensión, no se puede como en tiempo de salud observar<br />

toda la Regla, asistir al coro, comulgar, orar, hacer penitencia,<br />

ser asiduo al trabajo, al estudio y a todos los deberes de su<br />

cargo; y cuando el mal es tenaz, estas impotencias pueden<br />

durar largo tiempo. A esto responde San Alfonso diciendo:<br />

«Dime, alma fiel, ¿por qué deseas hacer estas cosas? ¿No es<br />

para agradar a Dios? ¿Qué buscas, pues, cuando sabes con<br />

certeza que el beneplácito de Dios no es que hagas (como en<br />

otro tiempo), oraciones, comuniones, penitencias, estudios,<br />

predicaciones u otras obras, sino soportar con paciencia esta<br />

enfermedad y estos dolores que El te envía? «Amigo mío,<br />

escribía San Juan de Ávila a un sacerdote enfermo, no<br />

examináis lo que haríais estando sano, sino contentaos con<br />

ser un buen enfermo todo el tiempo que a Dios pluguiere. Si<br />

es su voluntad lo que de veras buscáis, ¿qué os importa estar<br />

enfermo o sano?» Es incumbencia de Dios aplicarnos, según<br />

su beneplácito, a las obras de salud o a las de enfermedad. A<br />

nosotros toca ver en todo su santa voluntad, amarla, adorarla<br />

puesto que ella es siempre la única regla suprema. Hagamos,<br />

pues, en la salud las obras de la salud, en la enfermedad, las<br />

de la enfermedad según que están determinadas por nuestras<br />

observancias. Dios nos pide esto y no quiere otra cosa. ¿Por<br />

qué turbarse obrando de este modo? La inquietud mostraría<br />

que no hemos entendido nuestro deber, o que nos dejamos<br />

prender de los artificios del demonio.<br />

Pero, diréis, el mal, prolongándose, mi impide cumplir los<br />

deberes de mi cargo, y ¿qué va a suceder? Sucederá lo que<br />

Dios quiera. ¿No tiene el derecho de disponer de nosotros en<br />

esto como en todas las cosas? Todo el tiempo que vuestros<br />

Superiores, debidamente advertidos, juzguen conveniente<br />

manteneros en el empleo, llenadle lo mejor que podáis y<br />

conservaos en paz. De vuestra parte todo va bien, con tal de<br />

que hagáis la voluntad de Dios, que tiene mil medios de suplir<br />

lo que hacéis si es tal su beneplácito. Elige obreros según<br />

entiende que debe hacerlo, les da los medios que quiere, deja<br />

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