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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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divinos, esté constantemente desasida de todos estos géneros<br />

de bienes, desasida de las riquezas, de los parientes y<br />

amigos, desasida de la salud, del reposo, del bienestar, de sus<br />

propios quereres, de la ciencia, de las consolaciones,<br />

desasida de la estima y del cariño de los demás. En todas<br />

estas cosas y otras semejantes necesita estar siempre y por<br />

completo desprendida, no buscando sino a Dios y su<br />

santísima voluntad.<br />

De esta suerte, el beneplácito divino, que podrá<br />

manifestarse hasta de un modo imprevisto y bajo cualquier<br />

forma, será recibido sin dificultad y de todo corazón. El que<br />

desea llegar al Santo Abandono ha de tener, pues, en grande<br />

aprecio la mortificación cristiana, cualquiera que sea su<br />

nombre: abnegación, renuncia, espíritu de sacrificio, amor de<br />

la cruz. En esto deberá ejercitarse lo más que pueda con<br />

perseverancia infatigable, a fin de llegar por este medio al<br />

perfecto desasimiento y conservarse en él para siempre.<br />

Porque dice con mucha razón el P. Roothaan: «En vano sería<br />

sin la mortificación tratar de conseguir la indiferencia, puesto<br />

que por la sola mortificación o por la mortificación sobre todo,<br />

puede uno llegar a ser y mostrarse indiferente.» Mas con no<br />

menos razón añade el P. Le Gaudier: «No es pequeña la<br />

dificultad de añadir a la observancia de los preceptos el<br />

desprecio voluntario de las riquezas y de los bienes exteriores;<br />

aún es más difícil juntar a esto el desprecio de la reputación y<br />

toda gloria; mucho más difícil todavía, no hacer caso alguno<br />

de la vida, del cuerpo y de la propia voluntad. Empero, lo más<br />

dificultoso es subordinar a la sola voluntad y gloria de Dios los<br />

dones sobrenaturales, los consuelos, los gustos espirituales,<br />

las virtudes, la gracia, en fin, y la gloria.» Así, pues, el camino<br />

que conduce al Santo Abandono es largo y muy penoso. He<br />

aquí por qué sean tan escasas las almas que llegan a estas<br />

alturas y tan numerosas, al contrario, las que se quedan en los<br />

grados intermedios de la conformidad, o aun en la simple<br />

resignación. Querrían el abandono perfecto, pero sin pagar lo<br />

que éste vale. Dios no pide sino que llenemos con sus dones<br />

los vasos vacíos, mas por desgracia no se hace bastante el<br />

vacío, debido a lo que cuesta, viniendo aquí como de perlas la<br />

feliz expresión de Taulero, que tanto gustaba San Francisco<br />

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