07.05.2013 Views

EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

infructuoso que seca nuestra alma, y que nos devuelva el<br />

viento benéfico de las consolaciones», nos invita por otra parte<br />

a «una extrema indiferencia con respecto a las consolaciones<br />

o desolaciones». San Alfonso se expresa en idénticos<br />

términos: «¿Queremos decir con esto que os hará Dios sentir<br />

de nuevo la dulzura de su presencia? Guardaos de pedirla, y<br />

pedid más bien la fuerza necesaria para manteneros fiel.» En<br />

esta divergencia de opiniones, cada cual es libre de seguir lo<br />

que le plazca.<br />

No estamos obligados a pedir las consolaciones o la<br />

cesación de las desolaciones. Sentimos vernos precisados a<br />

contradecir a algunos que al pronunciarse en esta cuestión por<br />

la afirmativa, condenan a San Francisco de Sales y a San<br />

Alfonso, estos dos grandes Doctores de la piedad que no han<br />

conocido este precepto, y que han enseñado y practicado todo<br />

lo contrario; condenan asimismo a esa multitud de santos que<br />

han basado su conducta en una absoluta indiferencia en esta<br />

materia. ¿Cuál sería, pues, el origen de esta obligación? Las<br />

consolaciones, ya lo hemos dicho, no son ni la esencia de la<br />

devoción, ni el único medio de llegar a ella, ni siquiera un<br />

medio necesario. Las desolaciones no constituyen la<br />

indevoción, y lejos de ser un obstáculo insuperable,<br />

constituyen un remedio del que tenemos sobrada necesidad.<br />

Parecen olvidar estos autores que, si es preciso alimentar el<br />

amor divino, también es necesario que el amor propio sea<br />

mortificado.<br />

Se objeta que las desolaciones son una dolencia cuya<br />

curación no se conseguirá sino a fuerza de pedirla. En nuestra<br />

opinión, el verdadero mal, el fondo mismo de todos los males<br />

es el orgullo y la sensualidad, y las desolaciones constituyen<br />

su misericordioso castigo, el remedio providencial. Aquí, como<br />

en tantas ocasiones, Dios cura un mal de culpa con un mal de<br />

pena. ¿Por qué habríamos de estar obligados a estrecharle, a<br />

importunarle para que cambie de tratamiento? Más valdría<br />

orar por que El torne más sumisa nuestra voluntad y el<br />

remedio produzca su efecto.<br />

Se objeta también que se falta a la confianza no haciendo<br />

esta petición; y es todo lo contrario. Con seguridad que, si se<br />

piensa tener necesidad de consolaciones y se las solicita con<br />

255

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!