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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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indiferentes por virtud y abandonarnos a su Providencia.<br />

Esta doctrina tiene a su favor la multitud de santos que han<br />

hecho de ella la regla de su conducta. Citaremos tan sólo a<br />

nuestros dos doctores favoritos y ante todo a San Francisco<br />

de Sales: «Os acontecerá, dice, no experimentar<br />

consolaciones en vuestros ejercicios, indudablemente por<br />

permisión de Dios, por lo que conviene permanecer en una<br />

total indiferencia entre las consolaciones y la desolación. Esta<br />

renuncia de sí mismo implica el abandono al divino<br />

beneplácito en todas las tentaciones, arideces, sequedades,<br />

aversiones, repugnancias, en las que se ve el beneplácito de<br />

Dios, cuando no suceden por culpa nuestra y no hay en ellas<br />

pecado.» Repetidas veces nos aconseja el Santo entregamos<br />

plena y perfectamente al cuidado de la Providencia, como un<br />

niño se abandona en los brazos de su madre, o como el Niño<br />

Jesús en los de su Madre dulcísima; y añade: «Si os dan<br />

consolaciones, recibidlas agradecidos; si no las tenéis, no las<br />

deseéis, sino tratad de tener preparado vuestro corazón para<br />

recibir las diversas disposiciones de la Providencia y, en<br />

cuanto sea posible, con igualdad de ánimo... Es necesario una<br />

firme determinación de no abandonar jamás la oración<br />

cualquiera que sea la dificultad que en ella podamos encontrar<br />

y de no ir a este ejercicio preocupados con el deseo de ser allí<br />

consolados y satisfechos, pues esto no sería tener nuestra<br />

voluntad unida a la de Nuestro Señor que desea que, al<br />

ponernos en la oración, estemos resueltos a sufrir la molestia<br />

de continuas distracciones, sequedades, disgustos,<br />

permaneciendo tan contentos como si hubiéramos tenido<br />

abundantes consolaciones y no menos tranquilidad. Con tal<br />

que ajustemos siempre nuestra voluntad a la de su divina<br />

Majestad, permaneciendo en sencilla expectación y<br />

preparados a recibir las disposiciones de su beneplácito con<br />

amor, sea en la oración, sea en los demás acontecimientos. El<br />

hará que todas las cosas nos sean provechosas y agradables<br />

a sus ojos.»<br />

En este sentido decía el Santo Doctor: «Yo deseo pocas<br />

cosas, y lo que deseo las deseo muy poco; apenas tengo<br />

deseos, pero si volviera a nacer, no tendría ninguno. Si Dios<br />

viniera a mí -por las consolaciones-, iría también a El; pero si<br />

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