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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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agradable, no llegaríamos a perdernos? ¿Cuántos hay, para<br />

quienes la ciencia y los talentos, la fuerza o la hermosura, han<br />

sido ocasión de eterna ruina, inspirándoles sentimientos de<br />

vanidad y de desprecio de los demás, y hasta conduciéndolos<br />

a precipitarse en mil infamias? ¿ Cuántos, por el contrario,<br />

deben su salvación a la pobreza, enfermedad o a la falta de<br />

hermosura, los cuales, si hubieran sido ricos, vigorosos o bien<br />

formados, se hubieran condenado? No es necesario tener<br />

hermoso rostro, ni buena salud, ni mucho talento; sólo una<br />

cosa es necesaria: salvar el alma». Tal vez se nos ocurra la<br />

idea de que necesitamos cierto grado de aptitudes para<br />

desempeñar nuestro cargo, y que con más recursos naturales<br />

pudiéramos hacer mayor bien. Mas, como hace notar con<br />

razón el P. Saint-Jure: «Es una verdadera dicha para muchos<br />

y muy importante para su salvación no tener agudo ingenio, ni<br />

memoria, ni talentos naturales; la abundancia los perdería, y la<br />

medida que Dios les ha otorgado les salvará. Los árboles no<br />

se hallan mejor por estar plantados en lugares elevados, pues<br />

en los valles se encontrarían más abrigados. Una memoria<br />

prodigiosa que lo retiene todo, un espíritu vivo y penetrante en<br />

todas las ciencias, una rara erudición, un gran brillo y un<br />

glorioso renombre, no sirven frecuentemente sino para<br />

alimentar la vanidad, y se convierten en ocasión de ruina.»<br />

Hasta es posible hallar alguna pobre alma bastante infatuada<br />

de sus méritos, que desea ser colocada en el candelero, que<br />

envidia a los que poseen cargos, que les denigra y hasta<br />

trabaja por perderlos. ¿Qué seria de nosotros si tuviésemos<br />

mayores talentos? Sólo Dios lo sabe. En vista de ello, ¿hay<br />

partido más prudente que el de confiarle nuestra suerte y<br />

entregarnos a El?<br />

¿No está permitido al menos desear estos bienes naturales<br />

y pedirlos? Ciertamente, y a condición de que se haga con<br />

intención recta y humilde sumisión. En otra parte hemos<br />

hablado de las riquezas y de la salud; dejemos a un lado la<br />

hermosura, que el Espíritu Santo llama yana y engañosa.<br />

Nosotros podemos necesitar de tal o cual aptitud, y hay ciertos<br />

dones que parecen particularmente preciosos y deseables,<br />

como una fiel memoria, una inteligencia penetrante, un juicio<br />

recto, corazón generoso, voluntad firme. Es, pues, legitimo<br />

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