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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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Entonces el amor «nos hace considerar como favor<br />

grandísimo y como singular honor las afrentas, calumnias,<br />

vituperios y oprobios que nos causa el mundo, y nos hace<br />

renunciar y rechazar toda gloria que no sea la del Amado<br />

Crucificado, por la cual nos gloriamos en el abatimiento, en la<br />

abnegación y en el anonadamiento de nosotros mismos, no<br />

queriendo otras señales de majestad que la corona de espinas<br />

del Crucificado, el cetro de su caña, el manto de desprecio<br />

que le fue impuesto y el trono de su cruz, en la cual los<br />

sagrados amantes hallan más contento, más gozo y más<br />

gloria y felicidad que Salomón en su trono de marfil».<br />

Al hablar así, San Francisco de Sales nos describe sus<br />

propias disposiciones. En medio de la tempestad, de los<br />

desprecios y de los ultrajes reconocía la voluntad de Dios y a<br />

ella se unía sin dilación, en la que permanecía inmóvil sin<br />

conservar resentimiento alguno, no tomando de ahí ocasión<br />

para rehusar petición alguna razonable; y de seguro que si<br />

alguno le hubiera arrancado un ojo, con el mismo afecto le<br />

hubiera mirado con el otro. Ante el amago de tenerse que<br />

enfrentar con un ministro insolente, que tenía una boca<br />

infernal y una lengua en extremo mordaz, decía: «Esto es<br />

precisamente lo que nos hace falta. ¿No ha sido Nuestro<br />

Señor saturado de oprobios? ¡Y cuánta gloria no sacará Dios<br />

de mi confusión! Si descaradamente somos insultados,<br />

magníficamente será El exaltado; veréis las conversiones a<br />

montones, cayendo a mil a vuestra derecha y diez mil a<br />

vuestra izquierda.» San Francisco de Asís respira los mismos<br />

sentimientos. Como un día fuese muy bien recibido, dijo a su<br />

compañero: «Vámonos de aquí, pues no tenemos nada que<br />

ganar en donde se nos honra; nuestra ganancia está en los<br />

lugares en que se nos vitupera y se nos desprecia.»<br />

Artículo 3º.- Persecuciones de parte de las personas<br />

buenas<br />

Las persecuciones pueden venirnos de parte de los malos<br />

y de parte también de las personas buenas.<br />

«Ser despreciado, reprendido y acusado por los malos, es<br />

realmente dulce para un hombre animoso -dice San Francisco<br />

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