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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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tentaciones, la cual es más penosa que el mismo combate,<br />

aunque éste hubiese sido tan tenaz y persistente que rayase<br />

en la obsesión. Que las almas de buena voluntad cobren<br />

ánimo y se tranquilicen: en los sentidos y en la imaginación<br />

pueden pasar multitud de cosas que no son actos voluntarios,<br />

en los que, por consiguiente, no hay pecado. Se habrá<br />

resistido como se debía, mas las tinieblas en que el alma se<br />

halla impiden ver con claridad lo que ha sucedido. La voluntad,<br />

sin embargo, no ha cambiado, y pronto lo sabrá por<br />

experiencia: ofrécese la ocasión de ofender a Dios por un<br />

simple pecado venial deliberado y huirá de él cuidadosamente,<br />

y preferiría mil muertes antes que cometerlo. Debe bastarnos<br />

haber velado, orado, luchado generosamente, sin que haya<br />

necesidad de estar completamente seguros de haber cumplido<br />

con el deber; y a veces, aun nos será provechoso no tener<br />

esta seguridad, pues en ello ganará no poco la humildad. Este<br />

fondo de corrupción que llevamos dentro de nosotros mismos,<br />

que sin la gracia de Dios nos conduciría a los desórdenes más<br />

espantosos, quiere el Señor hacérnosle sentir por<br />

experiencias mil veces repetidas. La evidencia de la victoria<br />

aminoraría la humillación, hasta pudiera poner en peligro la<br />

humildad, y Dios, dejándonos en la incertidumbre, refuerza la<br />

humillación y protege la humildad. Dura es la prueba, pero nos<br />

ofrece la incomparable ventaja de establecer sólidamente una<br />

virtud que es la base de la perfección.<br />

En estas circunstancias puede haber una incertidumbre<br />

sobre el estado de nuestra alma: ¿Habremos quizá<br />

sucumbido? ¿Estamos aún en gracia de Dios? No os<br />

empeñéis con un ardor inquieto en aseguraros de ello, nos<br />

dice San Alfonso. «¿Queréis tener la seguridad de que Dios os<br />

ama? Mas, en este momento, Dios no quiere dároslo a<br />

conocer; quiere que no penséis sino en humillaros, en confiar<br />

en su bondad, en someterse a su santa voluntad. Por lo<br />

demás, es una máxima recibida como incontestable por todos<br />

los maestros de la vida espiritual, que cuando una persona<br />

timorata está dudosa de haber perdido la gracia, es cierto que<br />

no la ha perdido, pues nadie pierde a Dios sin saberlo con<br />

certeza. Otra prueba de que os encontráis en gracia de Dios<br />

es, según San Francisco de Sales, esa resolución que al<br />

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