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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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en el corazón obstáculo alguno que le resistiera. De cualquier<br />

modo, ¿querríamos gozar del cielo en la tierra y caminar<br />

siempre sobre rosas, en tanto que nuestro adorado Maestro<br />

lleva su cruz y desmaya en la agonía? Bien merece el Paraíso<br />

todos los sacrificios. El hombre espiritual no tiene el monopolio<br />

de las pruebas, pues van las suyas embalsamadas en amor y<br />

esperanza, y todo bien considerado, menos le cuesta a él<br />

correr hacia la santidad, que al tibio languidecer bajo el peso<br />

de sus pasiones inmortificadas.<br />

Siendo esto así, evitemos con cuidado estorbar los favores<br />

divinos; mas si Dios tuviera a bien quitarnos estos días claros<br />

en que experimentamos gustos sensibles en la oración, en la<br />

comunión, en que nuestra unión con el Amado sólo nos<br />

proporciona encantos y delicias, no echemos de menos las<br />

dulzuras, porque Dios nos las quita sin culpa nuestra; han<br />

desempeñado su misión y no ofrecen ya la misma utilidad.<br />

¡Qué preciosos son bajo otro aspecto el martirio y la agonía de<br />

los días presentes! Si se supiera aceptar, estimar y amar esta<br />

feliz abyección interior, se la querría sentir siempre y<br />

permanecer siempre en ella, porque en ella el alma se hallaría<br />

más cerca de Dios.<br />

Muchos santos, impulsados por particular inspiración,<br />

decían a Dios en sus sufrimientos: Más, Señor, más. Según el<br />

P. Caussade, es por lo regular presunción e ilusión pretender<br />

seguir estos ejemplos, y juzga que somos demasiado<br />

pequeños y demasiado débiles para llegar hasta ahí, a menos<br />

de una certeza moral de que Dios quiere esto de nosotros.<br />

Nunca deseó ni pidió penas y contradicciones para sí mismo,<br />

y a una de sus Filoteas prohíbe solicitar más ni menos de las<br />

que ya tiene: porque Dios sabe mejor que nosotros la justa<br />

medida de todo lo que necesitamos, y las pruebas que nos<br />

envía son suficientes, sin necesidad de desearías o<br />

procurarías uno mismo. Esperarlas y prepararse a ellas es el<br />

mejor medio de disponer de más valor y ánimo para recibirlas<br />

con fruto cuando las envíe.<br />

Por lo demás, preciso nos será armarnos de paciencia y de<br />

humildad. Si no tenemos una naturaleza afortunada, y si Dios<br />

nos envía más pruebas a fin de reducirla, la violencia y la<br />

resistencia del combate no acarrean mal alguno al alma que<br />

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