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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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contenía dentro». Imposible describir en términos más<br />

graciosos una ruda crucifixión, una verdadera muerte a sí<br />

misma, bastando la dulce mano del Niño Jesús para esta<br />

forzada labor.<br />

La Pasión es el atractivo más general; éste fue el de<br />

Nuestro Padre San Bernardo. «Desde el principio de mi<br />

conversión -dice-, a fin de suplir los méritos que a mí me<br />

faltaban, puse sobre mi corazón un hacecito de mirra, formado<br />

de todas las ansiedades y amarguras de mi Salvador. En él<br />

coloqué las privaciones de su infancia, los trabajos de su<br />

predicación, las fatigas de sus viajes, sus vigilias en la oración,<br />

sus tentaciones y sus ayunos, sus lágrimas de compasión, los<br />

lazos tendidos a sus palabras, las traiciones de los falsos<br />

hermanos, los clamores, las bofetadas, los sarcasmos, las<br />

injurias, los clavos, todos los tormentos que cuenta el<br />

Evangelio y que El padeció en tan crecido número por nuestra<br />

salvación... Nadie podrá arrebatarme este hacecito, que<br />

siempre conservaré sobre mi corazón. Estoy persuadido de<br />

que la sabiduría consiste en meditar estas cosas; y en esto he<br />

cifrado la perfección de la justicia, la plenitud de la ciencia, las<br />

riquezas de la salvación, la abundancia de los méritos. De ahí<br />

me viene la suave unción de la consolación. Esto es lo que me<br />

levanta en la adversidad, lo que me sostiene en la<br />

prosperidad, lo que en las alegrías y tristezas de la vida me<br />

conduce con seguridad por el camino real, y lo que aparta los<br />

males que de una y otra parte me amenazan... Por esto, tengo<br />

con frecuencia estas cosas en mi boca, y vosotros lo sabéis;<br />

Dios sabe que las tengo siempre en mi corazón, es evidente<br />

que de ellas están llenos mis escritos. No hay para mí más<br />

sublime filosofía aquí abajo que la de conocer a Jesús y a<br />

Jesús Crucificado.»<br />

Un día Nuestro Señor muestra a Gemma Galgani sus cinco<br />

llagas abiertas, y le dice: «Mira, hija mía, y aprende a amar.<br />

¿Ves esta cruz, estas espinas y estos clavos, estas carnes<br />

lívidas y estas heridas y llagas? Todo es obra del amor y de un<br />

amor infinito. Hasta este punto te he amado. ¿Quieres tú<br />

amarme de verdad? Aprende ante todo a sufrir; es el<br />

sufrimiento quien enseña a amar.» Esta vista del Redentor<br />

cubierto de llagas y bañado en sangre, encendió en el corazón<br />

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