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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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turbación que llega al fondo del alma y en ella conmueve las<br />

virtudes. ¿A quién atribuir la causa de ello? ¿Son por ventura<br />

las órdenes que se os dan o los accidentes que os<br />

sobrevienen? No, porque esta cruz que a vosotros os quita la<br />

paz, se la deja completa a vuestra hermana. ¿De dónde<br />

procede esto? Es que la voluntad de vuestra hermana se ha<br />

abandonado, la vuestra se guarda y hace resistencia. La<br />

turbación viene, pues, únicamente de la voluntad propia y de<br />

la oposición que ella hace a Dios. Ella es causa de tales<br />

agitaciones e inquietudes, pues el abandono las hace<br />

imposibles.<br />

Así es, en efecto, pues las almas abandonadas han<br />

conseguido fundir su voluntad con la de Dios; y por<br />

consiguiente, nada las sobreviene contra sus deseos, nada<br />

hiere sus sentimientos, porque nada les acontece que ellas no<br />

lo quieran así. «A mi juicio -dice Salviano nadie en el mundo<br />

es más feliz que estas almas. Son humilladas, despreciadas,<br />

pero es a su gusto, y ellas lo quieren; son pobres, mas se<br />

complacen en su pobreza: por esto siempre están contentas.»<br />

«Sea lo que fuere lo que acontezca al justo -dice el Sabio<br />

nada podrá contristarle», ni alterar la paz y serenidad de su<br />

espíritu, porque ha puesto su confianza en Dios y de<br />

antemano acepta todo cuanto plazca al buen Maestro. Sin<br />

duda, no es esta la paz del cielo, sino la de aquí abajo, pues<br />

Dios no quiere sobre la tierra ni paz perfecta, ni felicidad<br />

durable; no podemos evitar la tribulación, y la cruz nos seguirá<br />

por todas partes. Mas el Santo Abandono nos enseña la<br />

importante ciencia de la vida y el arte de ser felices en este<br />

mundo, que consiste en saber sufrir: ¡saber sufrir!, es decir,<br />

sufrir como conviene sufrir todo lo que Dios quiere, mientras El<br />

lo quiere y como El lo quiere, con espíritu de fe, con amor y<br />

confianza. El nos enseña a reposar en los brazos de la cruz,<br />

por consiguiente, en los brazos de Jesús y sobre el corazón<br />

de Jesús. Allí se encuentra más que la paz, allí se saborea la<br />

alegría.<br />

«No es del todo extraño -dice Monseñor Gay- que esta<br />

alegría sea sensible, aunque otras veces, y lo más<br />

frecuentemente es que sea tan sólo espiritual.» En todo caso,<br />

el santo abandono produce la alegría del alma. «Bastaría para<br />

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