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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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nuestras oraciones, que nos parecen insignificantes.<br />

Busquemos los medios de conservarnos atentos a Dios y<br />

hagamos cuanto esté de nuestra parte, pues El sabrá<br />

entender lo que hemos sabido decirle, y aceptará con agrado<br />

nuestra buena voluntad, y con ella se dará por satisfecho; que<br />

si es verdad que exige los esfuerzos, no pide, sin embargo, el<br />

éxito. La oración hecha en estas condiciones será sin<br />

consolación, mas no sin fruto: puesto que es poderosa para<br />

mantenernos fieles a todos nuestros deberes, ilumina y<br />

alimenta más de lo que cabe pensar. Por lo demás, «la<br />

experiencia me ha enseñado -dice el P. de Caussade- que<br />

todas las personas de buena voluntad que se lamentan de<br />

esta suerte, saben orar mejor que las otras, porque su oración<br />

es más sencilla y más humilde».<br />

Existe además la incertidumbre sobre el valor de nuestros<br />

actos de virtud. Mas «una cosa es-dice San Alfonso- hacer un<br />

buen acto: como rechazar la tentación, esperar en Dios,<br />

amarle, querer lo que El quiere, y otra conocer que se hace<br />

efectivamente este acto bueno. Este segundo punto, o sea, el<br />

conocimiento que tenemos de haber hecho algún bien, nos<br />

produce un gozo, pero el mérito del acto radica en el primero,<br />

es decir, en la ejecución de la buena obra. Conténtase, pues,<br />

Dios con el primero, y priva al alma del segundo, para quitarle<br />

toda satisfacción que nada añade al valor del acto, y El<br />

prefiere nuestro mérito a nuestra satisfacción». A Santa Juana<br />

de Chantal, que sufría terriblemente con esta pena,<br />

consolábala San Francisco de Sales en estos términos: « El<br />

punto culminante de la santa religión es contentarse con actos<br />

desnudos, secos e insensibles, ejercitados por la sola voluntad<br />

superior. Hemos de adorar la amable Providencia y arrojarnos<br />

en sus brazos y en su regazo amoroso. Señor, si tal es vuestro<br />

beneplácito que yo no tenga gusto alguno por la práctica de<br />

las virtudes que vuestra gracia me ha otorgado, me someto a<br />

ello plenamente, aunque sea contra los sentimientos de mi<br />

voluntad; no quiero satisfacción de mi fe, ni de mi esperanza ni<br />

de mi caridad, sino poder decir en verdad, aunque sin gusto y<br />

sin sentimiento, que moriría antes que abandonar mi fe, mi<br />

esperanza y mi caridad.»<br />

Otra incertidumbre versa sobre la victoria en las<br />

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