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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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sus pequeñuelos, y vedlas también cuando están enteramente<br />

consoladas: no cambian de tono, sino que sus arrullos son lo<br />

mismo tanto para manifestar su alegría como su dolor. Job nos<br />

ofrece un ejemplo en esta materia, pues cantó en un mismo<br />

tono todos los cánticos que compuso. Cuando Dios le<br />

multiplicaba sus bienes y le enviaba a pedir de boca cuanto<br />

hubiera podido desear en esta vida, ¿qué decía él, sino<br />

bendito sea el nombre de Dios? Este era su cántico de amor<br />

en toda ocasión. Reducido a una extrema aflicción se expresa<br />

en el mismo tono que en su cántico de regocijo. El Señor, dice,<br />

me había dado hijos y bienes, y el Señor me los ha quitado,<br />

¡bendito sea su santo nombre! ¡ Sea siempre bendito el<br />

nombre del Señor! Ojalá podamos también nosotros tomar en<br />

todas las ocasiones, los bienes y los males, las consolaciones<br />

y las aflicciones de mano del Señor cantando siempre el<br />

dulcísimo cántico: bendito sea el nombre de Dios, con la<br />

tonada de una continua igualdad.»<br />

Esta igualdad tan suave y deseable la poseía San<br />

Francisco de Sales en toda su plenitud; y Santa Juana de<br />

Chantal nos va a enseñar en dónde la había él encontrado:<br />

«Su método -dice- consistía en mantenerse muy humilde, muy<br />

pequeño, muy abatido delante de Dios, con una singular<br />

reverencia y confianza como niño amante. Creo yo que en sus<br />

postreros años no quería, no amaba y no veía sino a Dios en<br />

todas las cosas; por lo mismo podía observársele absorto en<br />

Dios, y declaraba que nada había ya en el mundo que pudiera<br />

darle contento sino Dios. De esta tan perfecta unión procedía<br />

su general y universal indiferencia que de ordinario se notaba<br />

en él. Y en verdad, yo no leo esos capítulos que tratan esa<br />

materia en el libro IX del Amor divino, sin que vea con toda<br />

claridad que practicaba lo que enseñaba, según las ocasiones.<br />

Este documento tan poco conocido, y sin embargo, tan<br />

excelente: nada pedir, nada desear y nada rehusar, que<br />

practicó con tanta fidelidad hasta el fin de su vida, no podía<br />

proceder sino de un alma del todo indiferente y muerta a sí<br />

misma. Su igualdad de ánimo era incomparable, porque,<br />

¿quién le ha visto jamás cambiar de actitud en los diversos<br />

acontecimientos? No es que dejara él de experimentar vivos<br />

sentimientos, sobre todo cuando era Dios ofendido y oprimido<br />

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