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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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amor, a la confianza para con nuestro Padre Celestial. Cada<br />

nueva prenda de su afecto hará brotar de nuestros labios un<br />

gracias sincero. Con ella aliviaremos a nuestros hermanos<br />

menos afortunados, llevándolos así a bendecir con nosotros al<br />

Autor de todos los bienes. Mas desgraciadamente tiene razón<br />

San Francisco cuando dice: «La prosperidad tiene atractivos<br />

que encantan los sentidos y adormecen la razón;<br />

imperceptiblemente nos hace cambiar, de suerte que nos<br />

aficionamos a los dones, olvidando al Bienhechor.» Y hasta<br />

nos hace descender, por decirlo así, y sin darnos cuenta,<br />

hacia una vida menos austera, en busca de nuestras<br />

comodidades, por los senderos de relajación. Se verá quizá, y<br />

no sin asombro, que algunos hacen profesión de vivir unidos a<br />

Jesucristo en la cruz y, sin embargo, andan ansiosos de la<br />

prosperidad, ávidos de procurarse los bienes de la tierra,<br />

ardientes por fijar en ellos su corazón, presurosos en recurrir a<br />

Dios cuando la espina de la adversidad llega a punzarles,<br />

impacientes por librarse de ella. Y, sin embargo, el Evangelio<br />

no pone la bienaventuranza cristiana sino en la pobreza, en<br />

los desprecios, el dolor, las lágrimas, las persecuciones; la<br />

misma filosofía nos enseña que la prosperidad es la madrastra<br />

de la verdadera virtud y la adversidad su madre. Con harta<br />

frecuencia el estado de prosperidad habitual es un lazo, y<br />

recordando que ella no ha sonreído de esta manera a Nuestro<br />

Señor y a los santos, el verdadero espiritual concluirá por<br />

inquietarse y deseará no gozar tanto de este mundo; sólo una<br />

cosa le dará seguridad: estar en manos de Dios y sentirse<br />

bajo su mirada.<br />

La adversidad nos abre un camino más seguro. Dios, que<br />

es amigo constante y solícito, nos quita la prosperidad que nos<br />

perjudicaría, emplea la espada de la adversidad para cortar<br />

los afectos rivales de su santo amor; unas veces por la<br />

privación, otras por el sufrimiento nos aparta más pronto y<br />

seguramente del placer, arranca nuestro espíritu y corazón de<br />

esta tierra y los atrae hacia las riberas eternas. Es la mejor<br />

escuela del desasimiento, y también un purgatorio anticipado<br />

menos terrible que el de la otra vida, eficacísimo, sin embargo;<br />

porque Dios no castigará dos veces la misma falta. Después<br />

de habernos purificado en el horno del sufrimiento, como el<br />

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