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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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conseguiremos hacerlo desaparecer, otras atenuarlo<br />

solamente, y se dará el caso de que, por permisión divina,<br />

persista a pesar de nuestros esfuerzos. Hay, en efecto, muy<br />

diversas causas de las que unas dependen de nuestra<br />

voluntad, otras no están sujetas a su dominio.<br />

¿Es acaso origen de este mal el exceso de trabajo y<br />

austeridades, la lectura de libros demasiado rígidos, el trato<br />

frecuente con personas escrupulosas, la costumbre de no ver<br />

a Dios sino como juez terrible, y no como Padre infinitamente<br />

bueno? ¿ Proviene por ventura de la ignorancia que exagera<br />

las obligaciones, que confunde la tentación con el pecado, la<br />

impresión con el consentimiento? En estos y otros semejantes<br />

casos está en nuestra mano el suprimir las causas y, removido<br />

el principio, llegaremos más fácilmente a hacer desaparecer el<br />

mal.<br />

Mas la causa es con frecuencia un temperamento<br />

melancólico, un natural tímido y suspicaz, la debilidad de la<br />

cabeza, o cierto estado particular de salud; cosas todas que<br />

más dependen del divino beneplácito que de nuestra voluntad.<br />

En este caso suelen durar largo tiempo los escrúpulos, y hasta<br />

se manifiestan en las ocupaciones de índole no religiosa.<br />

No pocas veces será el demonio la causa del mal. Se<br />

aprovecha de nuestras imprudencias, explota nuestras<br />

predisposiciones, agita los sentidos y la imaginación para<br />

excitar los escrúpulos o aumentarlos. Si encuentra un alma<br />

algún tanto ancha de conciencia la excita a que lo sea más<br />

aún; pero si la ve algún tanto tímida, busca cómo hacerla<br />

temerosa hasta el exceso, llenarla de turbación y angustia,<br />

con la esperanza de que ha de abandonar a Dios, la oración y<br />

los Sacramentos. El fin que persigue es hacer insoportable la<br />

virtud, conducir a la tibieza, al desaliento, a la desesperación.<br />

Dios jamás será directamente el autor de los escrúpulos.<br />

Estos sólo pueden originarse de la naturaleza caída o del<br />

demonio, puesto que se apoyan en el error, y constituyen una<br />

enfermedad del alma. Mas Dios los permite, y a veces quiere<br />

hasta servirse de ellos como de un medio transitorio de<br />

santificación; y en este caso, los regula y los dirige en su<br />

infinita sabiduría, de suerte que consigamos el buen efecto de<br />

vida espiritual que de ahí esperaba; llena el alma del temor al<br />

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