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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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como naturalmente, otro fruto de un precio inestimable; una<br />

altísima pureza de intención? Ella procura también la libertad<br />

de los hijos de Dios. «Si alguna cosa -dice Bossuet- es capaz<br />

de hacer a un corazón libre y dilatado, es el perfecto<br />

abandono en Dios y en su santa voluntad.»<br />

Y sólo él es capaz de esto. Pues qué, ¿son libres los<br />

pecadores que viven a medida de sus deseos? Son unos<br />

desdichados esclavos, y el mundo y sus pasiones son sus<br />

tiranos. ¿Son libres los cristianos débiles aún en la práctica de<br />

su deber? Las ocasiones los arrastran, el respeto humano los<br />

subyuga; desean el bien y mil obstáculos les apartan de él, y<br />

detestan el mal y no tienen valor para alejarse. ¿Son libres, al<br />

menos, los hombres más adelantados, pero que se forman<br />

una devoción a su manera, y buscan las consolaciones<br />

sensibles? En el fondo los domina el amor propio; no están<br />

menos esclavizados por él que los mundanos lo están por sus<br />

pasiones, de donde resulta que son inconstantes y<br />

caprichosos, y que la prueba los desconcierta. Un alma es<br />

libre y desprendida en la proporción en que las pasiones están<br />

amortiguadas, domado el amor propio, pisoteado el orgullo. La<br />

mortificación interior comienza y prosigue esta liberación; mas,<br />

ya lo hemos visto, sólo el abandono la termina, porque sólo él<br />

nos establece plenamente en la indiferencia, sólo él nos<br />

enseña a no ver los bienes y los males sino en la voluntad de<br />

Dios, sólo él nos une a esta santa voluntad con todo el amor,<br />

con toda la confianza de que somos capaces.<br />

Nos hace libres respecto a los bienes y a los males<br />

temporales, a la adversidad o a la prosperidad; ya no nos<br />

esclaviza ni la avaricia, ni la ambición, ni la voluptuosidad; las<br />

humillaciones, los sufrimientos y las privaciones, las cruces de<br />

todo género han cesado de espantarnos; sólo a Dios hemos<br />

entregado nuestro corazón, y estamos dispuestos a todo por<br />

cumplir su adorable voluntad.<br />

Nos hace libres con respecto a los hombres. Deseando tan<br />

sólo complacer a Dios por una amorosa y filial sumisión,<br />

«ningún respeto humano -dice el P. Grou- nos detiene; los<br />

juicios de los hombres, sus críticas, sus burlas, sus<br />

desprecios, nada significan para nosotros, o por lo menos no<br />

tienen la fuerza de desviarnos del camino recto. En una<br />

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