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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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aminoran sus riquezas». Por el contrario, cuando más da más<br />

se enriquece; ¿acaso no es éste para El el medio más<br />

excelente de hacerse conocer, amar y servir?<br />

Sucede con los dones místicos lo que con cualquier otra<br />

gracia; Dios la concede liberalmente, pero «como El quiere y<br />

conforme a la disposición y cooperación de cada uno». A<br />

nadie debe gracia tan inestimable, por bien preparado que se<br />

halle. De ordinario, espera que el alma esté suficientemente<br />

purificada y rica ya de virtudes, sin ser aun del todo perfecta.<br />

Cuando ella se abre por completo mediante una generosa<br />

preparación y una fiel correspondencia, la luz y el amor se<br />

precipitan en ella a grandes oleadas, entrando con menor<br />

abundancia si el alma se abre sólo a medias. Por<br />

consiguiente, siendo en todo la contemplación una gracia,<br />

depende en gran parte del celo que se despliegue para<br />

disponerse y corresponder a ella: Más adelante diremos que<br />

Dios mismo acaba de disponer al alma cuando a El le place<br />

por medio de las purificaciones pasivas. La preparación de<br />

que aquí hablamos proviene de nuestra iniciativa, mediante el<br />

socorro ordinario de la gracia. Consiste, según dejamos dicho<br />

en otra parte: 1º En suprimir los obstáculos, reforzando la<br />

cuádruple pureza de conciencia, dc espíritu, de corazón y de<br />

voluntad tan necesaria para toda oración; En disponer<br />

positivamente el alma, haciendo de ella un santuario<br />

silencioso y recogido, embalsamado con todas las virtudes. Le<br />

es necesaria la fe viva, la confianza y el amor; y esto no lo<br />

alcanza sin una medida proporcionada de renunciamiento, de<br />

obediencia y de humildad. Y naturalmente, más adelantado<br />

debe uno hallarse en estas virtudes para la contemplación que<br />

para la oración ordinaria.<br />

Es la doctrina que nuestro Padre San Bernardo no cesa dc<br />

inculcarnos. Citemos tan sólo el pasaje en que explica estas<br />

palabras del Cantar de los Cantares: «Lectulus noster<br />

floridus.» «Vos también deseáis, quizá, dice, este reposo de la<br />

contemplación, y hacéis bien; sólo que no habéis de olvidar<br />

las flores que adornan el lecho del Esposo. El ejercicio de las<br />

virtudes ha de preceder al santo reposo, como la flor debe<br />

preceder al fruto». Abnegad vuestra propia voluntad, porque si<br />

vuestra alma está cubierta de la cicuta y de las ortigas de la<br />

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