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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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Abrumado por el peso de los negocios, San Pedro<br />

Celestino suspira por su amada soledad y abdica al Sumo<br />

Pontificado para volverla a hallar. Dios se la concede, mas en<br />

forma del todo contraria a la que él había pensado, pues fue<br />

puesto en prisión. «Pedro -decíase a sí mismo entonces-,<br />

tienes lo que tanto tiempo deseaste, la soledad, el silencio, la<br />

celda, la clausura, las tinieblas en esta estrecha y<br />

bienaventurada prisión. Bendice a Dios sin cesar, pues ha<br />

satisfecho los deseos de tu alma de una manera más segura y<br />

agradable a sus ojos que la que tú proyectabas. Quiere Dios<br />

ser servido a su modo, no al tuyo.» El caballero de Loyola,<br />

herido ante los muros de Pamplona, podía considerar hundido<br />

su porvenir, mas allí le esperaba Dios para conducirle por este<br />

accidente mil veces feliz a la maravillosa conversión de la que<br />

había de nacer la Compañía de Jesús.<br />

¿No es así como día tras día la mano de Dios nos hiere<br />

para salvarnos? La muerte deja claros en nuestras filas y nos<br />

arrebata las personas con las que contábamos; relaciones<br />

inexplicables desnaturalizan nuestras intenciones y nuestros<br />

actos; se nos quita por este medio, al menos en parte, la<br />

confianza de nuestros superiores, abundan las penas<br />

interiores, desaparece nuestra salud, las dificultades se<br />

multiplican por dentro y por fuera la amenaza está siempre<br />

suspendida sobre nuestras cabezas. Llamamos al Señor, y<br />

hacemos bien. Quizá le pedimos que aparte la prueba; y a<br />

semejanza de un padre amante y tierno, pero infinitamente<br />

más sabio que nosotros, no tiene la cruel compasión de<br />

escuchar nuestras súplicas si las halla en desacuerdo con<br />

nuestros verdaderos intereses, prefiriendo mantenernos sobre<br />

la cruz y ayudarnos a morir más por completo a nosotros<br />

mismos, y a tomar de ella una nueva savia de fe, de amor, de<br />

abandono; de verdadera santidad.<br />

En resumen, jamás pongamos en duda el amor de Dios<br />

para con nosotros. Creamos sin titubear en la sabiduría, en el<br />

poder de nuestro Padre que está en los cielos. Por numerosas<br />

que sean las dificultades, por amenazadores que puedan<br />

presentarse los acontecimientos, oremos, hagamos lo que la<br />

Providencia exige, aceptemos de antemano la prueba si Dios<br />

la quiere, abandonémonos confiados a nuestro buen Maestro,<br />

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