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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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quejamos? ¡Dios se encarga de conducirnos y nosotros nos<br />

inquietamos!» ¡Oh! si penetráramos mejor sus amorosos<br />

designios sobre nosotros, le bendeciríamos hasta en sus<br />

aparentes rigores. Este filial abandono multiplicaría nuestros<br />

méritos, nos traería la paz, movería el corazón de Dios y sería<br />

frecuentemente el mejor medio de acertar.<br />

Dos meses después de la fundación de la Orden de la<br />

Visitación, enfermó tan gravemente Santa Juana de Chantal,<br />

que la muerte parecía inevitable. Fue esta una dura prueba<br />

para el piadoso Obispo de Ginebra, porque teniendo la<br />

seguridad de que aquella obra era de Dios y destinada a<br />

producir mucho bien, veía con toda claridad que, caído el<br />

pastor, se dispersaría el rebaño. Sin embargo, tuvo el ánimo<br />

de decir: «Dios quiere quizá contentarse con nuestros<br />

primeros pasos, sabiendo que no somos bastante fuertes para<br />

realizar el viaje entero.» Dios, que no esperaba sino este acto<br />

de abandono, inmediatamente devolvió a la Santa Fundadora<br />

la salud para largos años. Los principios más penosos, las<br />

dificultades de reclutar gente, los muertos, las decepciones, un<br />

cisma, una insurrección, la pobreza rayana en miseria, la<br />

persecución de fuera y las importunidades de la autoridad,<br />

nada le faltó a San Alfonso de Ligorio en el establecimiento de<br />

su Congregación. Pero en medio de las tempestades oraba, y<br />

hacia todo cuanto humanamente era posible, «no quería sino<br />

sólo la voluntad de Dios». Era, pues, designio del cielo que el<br />

piadoso fundador llegase a ser un perfecto modelo, y su<br />

Instituto un plantel de santos, y para esto, ¿no convenía que el<br />

Padre de este ilustre linaje se asemejase al divino Redentor,<br />

pobre y humilde y perseguido?<br />

Una de las pruebas más fuertes es la pérdida de los seres<br />

queridos. Después de la muerte de su madre, el dulce Obispo<br />

de Ginebra escribe a Santa Juana de Chantal: «¿No es<br />

preciso en todo y por todo adorar esta suprema Providencia,<br />

cuyos consejos son santos, buenos y amables? He aquí que<br />

ha sido de su agrado retirar de este miserable mundo a<br />

nuestra muy querida madre para tenerla, como lo espero,<br />

cerca de Si, y a su derecha. Confesemos que Dios es bueno y<br />

eterna su misericordia. Todas sus voluntades son justas; todos<br />

sus decretos, equitativos, su beneplácito es siempre santo y<br />

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