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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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aspiración a la patria celeste.»<br />

Lo que acabamos de decir se aplica a la contemplación<br />

oscura y general. Hay otra que es distinta y particular, y tiene<br />

su ejercicio especialmente en las visiones, revelaciones,<br />

palabras interiores, etc. En ella sobre todo, es donde se ha de<br />

practicar la santa indiferencia llegando hasta desear que Dios<br />

nos conduzca por otro camino.<br />

Semejantes favores no suponen la santidad: Balaam<br />

profetizó, Saúl profetizó, Judas profetizó y hasta hizo milagros.<br />

Niños hubo que tuvieron visiones, por ejemplo en la Saleta, en<br />

Lourdes, en Pontmain, y por el contrario muchos santos no<br />

parece hayan sido favorecidos con gracias semejantes. En<br />

nuestros tiempos las ha prodigado a Gemma Galgani y a<br />

muchos otros, mientras que Santa Teresa del Niño Jesús, Sor<br />

Isabel de la Trinidad, Sor Celina de la Presentación no han<br />

recibido ninguna o casi ninguna. No son, pues, estas gracias<br />

la santidad, ni señal de santidad, por lo que con razón afirma<br />

Santa Teresa que, «por recibir muchas mercedes de éstas, no<br />

se merece más gloria... en lo que es más merecer, no nos lo<br />

quita el Señor, pues está en nuestras manos; y así hay<br />

muchas personas santas que jamás supieron qué cosa es<br />

recibir una de aquestas mercedes, y otras que las reciben que<br />

no lo son»<br />

No constituyen, por consiguiente, el medio necesario para<br />

llegar a la perfección. Sin embargo, Santa Teresa, que fue<br />

colmada de ellas, hace el más entusiasta elogio de su<br />

bienhechora eficacia. «Estos dones, dice, hay que tenerlos en<br />

grande estima. Apenas he tenido visiones que no me hayan<br />

dejado más virtud, y una sola palabra de estas que<br />

acostumbro a oír, una visión, un recogimiento que apenas sí<br />

dura un Avemaría, pone mi alma en una paz perfecta,<br />

devuelve hasta la salud a mi cuerpo, llena de luz mi<br />

entendimiento y me restituye la fuerza y los deseos que tengo<br />

de ordinario. Acuérdome de lo que era, sé que iba por un<br />

camino de perdición, y veo que en poco tiempo de tal modo<br />

me han trocado estos divinos favores, que apenas<br />

reconózcome a mí misma.»<br />

Haríase, pues, mal en rechazar todas las gracias de este<br />

género intencionadamente y por sistema; y en la suposición<br />

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